Editorial: Akal

ISBN: 9788416842438

288 págs.

Los monocultivos que conquistaron el mundo

Impactos socioambientales de la caña de azúcar, la soja y la palma aceitera

A través de la historia de tres monocultivos que están entre los más importantes del agronegocio a nivel mundial –caña azucarera, palma de aceite y soja– se plantea un recorrido por la historia de la agricultura, comenzando con la caña de azúcar, muy vinculada a la colonización y que en la América conquistada requirió de miles de esclavos en las plantaciones, desde las que se acumuló el capital que contribuyó a realizar la Revolución industrial. Hoy, la caña sigue siendo fundamental para economías como las de Brasil y Guatemala, y sigue asociada a trabajo en condiciones análogas a la esclavitud en las plantaciones.
En los años 50 todo cambió con la Revolución Verde: legitimada por el discurso del necesario combate a la pobreza, en realidad para algunos campesinos esta revolución trajo más hambre y desigualdad, además de provocar daños medioambientales y una reducción de la biodiversidad. Algo que sucede todavía hoy cuando el monocultivo agroindustrial, con altos rendimientos basados en insumos tecnológicos –pesticidas, fungicidas–, penetra en territorios hasta entonces consagrados a la agricultura familiar, basada en el autoconsumo. Así ocurre con la palma de aceite, cuyos impactos serán analizados tras haberlos estudiado sobre el terreno en Camerún, Indonesia, Colombia, Ecuador y Guatemala.
Después llegó otra revolución tecnológica llamada a cambiar, una vez más, la historia de la agricultura: la biotecnología. Las semillas «mejoradas» y patentadas prometían altísimas rentabilidades, como sucede en el caso de la soja transgénica de Monsanto, resistente al glifosato, un potente agrotóxico cuyos peligros para la salud ha reseñado la OMS. En Argentina, la soja ocupa un 60% de la superficie cultivable, y fueron los vecinos de áreas fumigadas desde el aire con glifosato –como las Madres del barrio cordobés de Ituzaingó Anexo– quienes dieron la voz de alarma sobre los casos de malformaciones fetales, abortos espontáneos y aumento de los casos de leucemia, asociados al glifosato.
Un último capítulo se dedica a algunas cuestiones que comparten los tres cultivos y que son fundamentales para entender la situación actual del modelo del agronegocio: la financiación de entidades supranacionales y de cooperación como el Banco Mundial o la USAID; el rol de los agrocombustibles; la disputa en torno a las semillas y los intentos de privatizarlas, y las luchas de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas en defensa de los territorios.
Para terminar, a modo de conclusión, se relacionan los impactos socioambientales asociados a la caña, la palma y la soja con el consumo en los países del Norte global y con sus modelos de alimentación, tan insalubres como injustos socialmente e insostenibles ambientalmente.

16,00

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Los monocultivos que conquistaron el mundo

Impactos socioambientales de la caña de azúcar, la soja y la palma aceitera

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A través de la historia de tres monocultivos que están entre los más importantes del agronegocio a nivel mundial –caña azucarera, palma de aceite y soja– se plantea un recorrido por la historia de la agricultura, comenzando con la caña de azúcar, muy vinculada a la colonización y que en la América conquistada requirió de miles de esclavos en las plantaciones, desde las que se acumuló el capital que contribuyó a realizar la Revolución industrial. Hoy, la caña sigue siendo fundamental para economías como las de Brasil y Guatemala, y sigue asociada a trabajo en condiciones análogas a la esclavitud en las plantaciones.
En los años 50 todo cambió con la Revolución Verde: legitimada por el discurso del necesario combate a la pobreza, en realidad para algunos campesinos esta revolución trajo más hambre y desigualdad, además de provocar daños medioambientales y una reducción de la biodiversidad. Algo que sucede todavía hoy cuando el monocultivo agroindustrial, con altos rendimientos basados en insumos tecnológicos –pesticidas, fungicidas–, penetra en territorios hasta entonces consagrados a la agricultura familiar, basada en el autoconsumo. Así ocurre con la palma de aceite, cuyos impactos serán analizados tras haberlos estudiado sobre el terreno en Camerún, Indonesia, Colombia, Ecuador y Guatemala.
Después llegó otra revolución tecnológica llamada a cambiar, una vez más, la historia de la agricultura: la biotecnología. Las semillas «mejoradas» y patentadas prometían altísimas rentabilidades, como sucede en el caso de la soja transgénica de Monsanto, resistente al glifosato, un potente agrotóxico cuyos peligros para la salud ha reseñado la OMS. En Argentina, la soja ocupa un 60% de la superficie cultivable, y fueron los vecinos de áreas fumigadas desde el aire con glifosato –como las Madres del barrio cordobés de Ituzaingó Anexo– quienes dieron la voz de alarma sobre los casos de malformaciones fetales, abortos espontáneos y aumento de los casos de leucemia, asociados al glifosato.
Un último capítulo se dedica a algunas cuestiones que comparten los tres cultivos y que son fundamentales para entender la situación actual del modelo del agronegocio: la financiación de entidades supranacionales y de cooperación como el Banco Mundial o la USAID; el rol de los agrocombustibles; la disputa en torno a las semillas y los intentos de privatizarlas, y las luchas de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas en defensa de los territorios.
Para terminar, a modo de conclusión, se relacionan los impactos socioambientales asociados a la caña, la palma y la soja con el consumo en los países del Norte global y con sus modelos de alimentación, tan insalubres como injustos socialmente e insostenibles ambientalmente.

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