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El actual modelo productivo, económico y social, basado en la lógica del crecimiento y la acumulación, genera en su evolución un orden aparente —cimentado sobre crecientes desigualdades—, que engendra a su vez un desorden creciente de índole interna —económica y social— y externa —ambiental—, al disolver y absorber estructuras previas que tenían un mayor grado de orden interno y una relación más equilibrada con el medio, es importante señalar que el orden aparente del presente modelo se sustenta en un aumento constante del consumo energético.

Es decir, al contrario que los procesos de creación y evolución de la vida sobre el planeta, que son capaces de crear orden —a partir de la energía solar que les llega, como sistemas abiertos que son, del exterior— en contraposición a la tendencia global del Universo hacia el desorden —o la entropía, de acuerdo con la segunda ley de la Termodinámica de degradación de la energía—, el modelo vigente contribuye de forma acelerada a la creación de desorden a todos los niveles, precipitando los procesos entrópicos.

Este desorden se manifiesta de forma preponderante en las grandes concentraciones urbanas: las metrópolis, que son los núcleos principales de acumulación y consumo, que actúan como los espacios clave de apropiación de recursos de todo tipo y de impacto sobre el entorno, y que concentran espacialmente los mayores grados de desigualdad social.

El libre despliegue del modelo genera, pues, tres tipos de crisis: la económica —por los cada día mayores desequilibrios de este tipo que provoca—, la sociopolítica —por la creciente ingobernabilidad de lo social que desata—, y la ambiental —por el progresivo agotamiento de recursos no renovables y deterioro del entorno que su funcionamiento supone—. Crisis que evidentemente se interrelacionan y realimentan mutuamente.

El orden aparente del modelo necesita para mantenerse y desarrollarse recurrir, cada vez más, a mecanismos coercitivos y represivos para controlar el progresivo desorden en que incurre, lo que produce, junto con la tendencia hacia la creación de megaestucturas —derivada de la lógica interna de gradual incremento de tamaño de sus unidades productivas y de gestión—, una creciente ineficacia y coste económico que dificulta el funcionamiento del propio modelo.

Por otro lado, el modelo, que se inició en su momento en el Centro, necesita, para seguir creciendo y acumulando, una cada día mayor proyección planetaria; es decir, precisa, para mantenerse, recurrir cada vez más a la explotación y rapiña de la Periferia, que se justifica —y enmascara— siempre en aras de la necesaria "modernización", estableciéndose unas desigualdades Centro-Periferia que van en constante aumento.

Si bien es conveniente apuntar que no existe una Periferia homogénea, al igual que tampoco se da un Centro isótropo, sino que se configura un gradiente de Periferias según las relaciones que se establecen y se imponen desde el Centro. En este marco, las tendencias de concentración urbana adoptan formas distintas en el Centro y en la Periferia, por el carácter dependiente que adquieren los procesos de urbanización en esta última; en cuyas metrópolis se disparan actualmente los procesos de crecimiento demográfico.

EL ANTROPOCENO (2ª edición) - Ramón Fernández Durán
En la espiral de la energía - Ramón Fernández Durán y Luís González Reyes
El Antropoceno - Ramón Fernández Durán
La Quiebra del Capitalismo Global 2000-2030 - Ramón Fernández Durán
Un planeta de metrópolis (en crisis) - Ramón Fernández Durán
El crepúsculo de la era trágica del petróleo - Ramón Fernández Durán
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