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Nerea Barjola: «Alcàsser no deja de suceder y la única forma de pararlo es el feminismo»

 

Por Patricia Reguero / Imagen David Fernández

Conceptualizar el crimen de Alcàsser como una narrativa sobre el peligro sexual es lo que hace Nerea Barjola en Microfísica sexista del poder, el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual (Virus, 2018). Del mismo modo que el relato construido en torno a Jack El Destripador en el Londres de finales de siglo XIX sirvió para marcar los límites a las mujeres en un momento de transgresión, la narración sobre Alcàsser se utilizó para disciplinar a una generación de mujeres tratando como un “suceso” lo que es en realidad, dice la autora, “un régimen político”.

“Creo que los medios de comunicación no solo producen y reproducen violencia sexual, sino que son violencia sexual”, explica Barjola, que en el libro que presenta esta tarde en Madrid desentraña los discursos que a través de Nieves Herrero o Paco Lobatón calaron en miles de jóvenes. Su texto destripa estos relatos para resignificar la narración y “utilizar la fuerza patriarcal para contrarrestar y destruir su narrativa”.

La primera frase que he subrayado en tu libro es esta: “Alcàsser es un régimen político”... que se nos presentó como un “suceso” libre de intención. ¿Quiénes son o quiénes somos la generación Alcàsser?
Evidentemente el relato Alcàsser interpeló directamente a las mujeres más jóvenes porque estábamos sintiéndonos identificadas con lo que les había ocurrido a ellas. Pero la generación Alcàsser no somos solo las jóvenes que sufrimos el impacto del relato, fue un relato que impactó a todas las mujeres de la década de los 90, y a las más jóvenes de una manera mucho más cruda.

Sitúas la creación del relato de Jack el Destripador como respuesta a un contexto en el que las mujeres comenzaban a transgredir algunas normas, como explica Judith Walkowitz en La ciudad de las pasiones terribles, narraciones sobre peligro sexual en el Londres victoriano (Cátedra, 1995). ¿Qué estaba pasando aquí en los años 90 para que se diera esa “disciplina” del régimen? ¿qué ponía en peligro el statu quo?
Fundamentalmente en la década de los 90 lo que hay es un contexto feminista potente que venía de trabajar en la década de los 80 y de abrir caminos de avance para las mujeres, y lo que ocurre es que ya están incorporando esos caminos que había trabajado el movimiento feminista. Entonces, cuando analizas el relato de Alcàsser te das cuenta de que esos pilares que el movimiento feminista había conseguido desestabilizar, todos esos caminos abiertos, son lo que a través de relato van a tratar de restaurar. Hay un llamamiento de ‘las calles no son vuestras’, el espacio público se concibe como peligroso y el lugar seguro va a ser la casa bajo la protección y la autoridad del padre. Y en ese sentido yo hago ese paralelismo con el trabajo de Walkowitz porque, al igual que ella, no me he centrado en ver lo macabro de los actos del crimen sino cuáles son las dinámicas sociales y culturales que permitieron crear ese hito y a qué estaban respondiendo.

Dices que el crimen de Alcàsser “podría haber sido la narración que cuestionara las relaciones de poder entre hombres y mujeres”. ¿Había mecanismo para hacer ese cuestionamiento entonces? En ese sentido, ¿cada nuevo crimen machista es una oportunidad perdida de crear contrarrepresentanciones?
El impacto fue tan potente que en un primer momento no tienes las suficientes herramientas como para responder. Había un movimiento feminista que estaba potente, pero los medios de comunicación expusieron un relato muy crudo. Pero me preguntabas si había sido una oportunidad perdida y no creo que haya sido una oportunidad perdida. Yo, veinte años después, he tenido la oportunidad de analizar y resignificar un relato que a mí me produjo verdadero terror. Sí creo que hay relatos que por sus características se convierten eh hitos, hay un antes y un después. En ese sentido, ese relato lo fue y lo sigue siendo.

Lo interesante sería poder recoger esa fuerza patriarcal que está impresa en ese relato para contrarrestar y destruir la narrativa patriarcal del terror. Y creo que resignificando el relato Alcàsser, o cualquier otro relato sobre el peligro sexual, esa respuesta es legítima venga en ese momento o después. En su momento hubo respuesta por parte del movimiento feminista, hubo muchos artículos de opinión, hubo manifestaciones... lo que pasa es que el aparato patriarcal fue muy potente.

Entonces, sí, totalmente: es una oportunidad y además ese activismo feminista que ya se da en las redes y que es parte de un sector de periodistas es una oportunidad de poner sobre la mesa y de cuestionar las relaciones de poder que hay entre hombres y mujeres y los derechos y privilegios que detentan los hombres sobre los cuerpos y la vida de las mujeres.

¿Crees que esta resignificación se ha dado con el caso de Diana Quer o con el de La Manada?
Lo positivo que destaco del caso de La Manada es todo el movimiento que ha habido y que ha sido una manera de poner las cosas en su sitio y llamar a las cosas por su nombre. El ‘hermana, yo sí te creo’ o el ‘nik sinisten dizut’ en euskera ha sido una campaña para contrarrestar la ofensiva patriarcal y poner las cosas en su sitio desde nuestro activismo feminista, de acompañar a la compañera agredida, y creo que en ese caso sí está habiendo una respuesta muy potente. Y luego indudablemente el 8 de Marzo ha sido un movimiento imparable que ya nadie puede cuestionar y también es una respuesta.

En este “régimen”, ¿qué papel juegan los medios? ¿Pueden ser aliados de las mujeres?
Creo que los medios de comunicación no solo producen y reproducen violencia sexual como si fueran un ente ajeno, los medios de comunicación son violencia sexual porque están formados y constituidos por el conjunto social. Claro que pueden ser aliados, siempre y cuando tengan formación y perspectiva feminista. Esos medios está construidos por personas y esas personas forman parte del conjunto social y no solo reproducen, son violencia.

Al nombrar las desapariciones de mujeres como “desapariciones forzosas” haces visible que estas desapariciones son sistemáticas y no responden a un caso aislado, al impulso de un loco asesino...
Para mí era fundamental dejar claro que no desaparecemos, sino que nos hacen desaparecer y que esas desapariciones son sistemáticas y son continuadas. Cuando leemos determinados textos sobre regímenes totalitarios en los que desaparecen personas y vemos que hay un concepto que se utiliza para definir esas desapariciones, pues yo lo que me pregunto es por qué no expropiar este concepto desde una perspectiva feminista y utilizarlo. Como no podemos llamarlo “régimen totalitario” porque nuestro escaso vocabulario en cuestión de conformación de Estado nos lo impide, pues voy a llamarlo “régimen sexista”. Todas sabemos que vivimos en él. Y para mí era fundamental dejar claro que no desaparecemos, nos hacen desaparecer.

“La transmisión de la violencia sexual es plenamente discursiva y enteramente corporal”. ¿Qué quieres decir con esto?
Parto del trabajo de Judith Butler cuando dice que los discursos habitan los cuerpos y crean cuerpo. Entonces la violencia sexual no existe en tu cuerpo porque sino que tiene una base discursiva hay un adoctrinamiento constante a las mujeres desde que somos pequeñas. No sientes miedo porque sí, tienes miedo porque te lo han construido. El relato de Alcàsser fue para muchas mujeres el primer momento en el que sintieron que podían ser víctimas de tortura sexual. Y todos los significados que se filtraron a partir de ahí.

Ese hito luego se ha ido renovando. ¿Necesita el sistema advertirnos periódicamente de este peligro?
Sí, a veces es como cuando te tienes que poner la segunda vacuna de refuerzo, creo que el patriarcado funciona un poco así: introduce la disciplina el terror sexual de esa manera, y luego se va renovando. Y luego cada generación tiene su relato. Las chicas que tienen ahora 20 años entran en contacto con sus propias disciplinas del terror sexual cuando les hablo de Alcàsser, se sienten identificadas aunque no es este su relato.

¿Alguno en concreto?
Por ejemplo, el de Marta del Castillo fue un relato que a cierta generación le afectó, aquí en Bilbao Virginia Acebes, o probablemente Diana Quer… cada generación tiene su relato y está claro que en la década de los 90 fue Alcàsser.

Cuando explicas que algunos ordenamientos jurídicos consideraban que podría existir un “consentimiento arrancado por coacción” pienso en este titular sobre una menor víctima de violación: “Aceptó tener sexo para no ser violada”. ¿Persiste hoy esta idea de que el consentimiento se puede conseguir por la fuerza?
De manera muy sutil… y digo sutil aunque no lo sea, porque lo cierto es que sueltan esos titulares y luego dicen que se ha sacado de contexto… pero queda claro lo que nos quieren decir. Este titular al final lo que dice claramente es que los medios de comunicación son violencia sexual. Detrás de este titular hay una persona que forma parte de los medios y del conjunto de la sociedad, y que con ese titular está haciendo apología de la violación. Lo que no puede ser es que no tenga repercusión, que no tenga consecuencias para quien ha escrito ese titular. ¿No está viendo que está diciendo que una mujer puede ser violada? Ahí lo que se ve es que tiene muy interiorizada esa raíz de consentimiento arrancado por coacción.

Dices que no tiene consecuencias pero creo que sí ha habido titulares, artículos, enfoques, que con un movimiento muy alerta en las redes han tenido consecuencias...
Tiene repercusión en redes pero no tiene consecuencias para quien ha escrito este titular, por mucho menos hay gente en la cárcel con con multas. Lo que nos demuestra esto es que está acorde al sistema social.

Psicópata, depredador, traficante de drogas, atracador, analfabeto… así se hace el perfil de Ricart y Anglés, como monstruos fuera del sistema. ¿Qué hay detrás de esta construcción de lo que es un asesino machista?
Siempre va a haber una tendencia a poner el foco fuera de lo que pueda implicar o responsabilizar al conjunto social. Porque si lo ponemos fuera se les va a conceptualizar como fuera de la sociedad: psicópata o depredador es alguien que está fuera y nunca es el hombre normal, está fuera de lo social y al final es una sociedad que está tratando de proteger su mecanismo y su estructura. Si ponemos la atención fuera, salvamos a la sociedad en su conjunto y no la cuestionamos. Alcàsser y los relatos de ahora comparten patriarcado, comparten las estrategias del patriarcado, y comparten una sociedad machista que busca protegerse a sí misma.

Los asesinos como los de Miriam, Desiré y Toñi, ¿son hijos sanos del patriarcado?
Totalmente, son hijos supersanos del patriarcado.

De Nieves Herrero a Susana Griso, ¿ha habido cambios?
A mí lo que me sorprende es la cantidad de burradas que se pueden llegar a decir todavía hoy en la tele. En los medios en general, pero es que cuando lo ves en la tele me impacta que se sigan haciendo prácticamente las mismas barbaridades. E incluso en su momento, al día siguiente de la noche de De tú a tú, todos los medios escribieron sus editoriales hablando muy mal de Nieves Herrero y luego todos volvieron a reproducir lo mismo durante el tiempo que duró el caso, es sorprendente que no hay esa conciencia de lo que se está haciendo.

¿Por qué elegiste Alcàsser?
Estaba haciendo el máster de Feminismo y Género, llega el momento de hacer la tesina y yo me había leído el libro de Virginie Despentes Teoría King Kong que para mí fue un bombazo y tenía claro que quería escribir sobre la violación como un proyecto político. Empecé a pensar en cuáles habían sido mis relatos y me di cuenta de que un relato que había estado súper presente y que me generó mucho terror fue Alcàsser. Y decido ponerme de frente a ese terror.

¿Cuáles crees que son las aportaciones de tu libro?
Lo principal es que da un porqué a un terror que vivimos una generación de mujeres jóvenes. Cuando lo definen como suceso es como si fuera algo que acontece porque sí, esa lectura nos deja inermes, nos posiciona en el centro de un terror contra el cual al parecer no podemos hacer nada y para mí una de las aportaciones es dar un por qué a la existencia, existe un motivo por el que existe el terror sexual Y creo que conceptualizar algunos espacios que existen pero no tienen nombre, que no sabemos verbalizar o yo al menos no sabía, a mí me ha sanado el hecho de poder poner nombres a cosas que hasta entonces no nombraba.

Y fundamentalmente hablar de ello, que ya no es la aportación de mi libro sino cómo a raíz de hablar de Alcàsser desde otra perspectiva va a haber muchas mujeres que van a hacer frente al terror sexual y van a hablar de lo que supuso para ellas, y lo vamos a resignificar desde nosotras. Me parece que es una aportación colectiva que puede ser muy bonita.

“Alcàsser no deja de suceder”. ¿Cómo cambiamos el relato?
Pues feminismo, feminismo y más feminismo. Cuando digo que Alcàsser no deja de suceder es porque la violencia sexual es una práctica que caracteriza al conjunto social y se comete bajo su cobertura. Entonces en realidad es como decir que la sociedad no quiere que esto deje de suceder. Nos tenemos que poner de frente a esa verdad, de manera honesta, de forma individual y colectiva, y la única forma de llegar a comprender y situarnos en ese punto es el feminismo y la única manera de pararlo es el feminismo.

 

 

Entrevista publicada en El Salto, 12/04/2018

 

 

 

 

13/04/2018 09:13:07
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