Con unas cuantas canas más en la cabeza, unos trescientos títulos a la espalda y la calabaza llena de pepitas, continuamos fieles a las mismas ideas que nos empujaron a ponernos en marcha: abrir las puertas y ventanas de una casa que, a nuestro juicio, llevaba demasiado tiempo sin ventilar: la crítica social, radical y sincera.