El precio de una foto
El precio de una foto
Por Belén Remacha
La semana pasada, entre algunos compañeros comentamos que este verano habíamos observado que las chicas jóvenes, en las playas, hacían menos topless. En España, según el Instituto Demoscópico Francés IFOP, el 49% de las mujeres lo ha practicado alguna vez en su vida. A la cabeza de Europa. No hay datos de si realmente esa cifra ha ido en descenso este año, pero de ser así podría deberse a tres motivos.
El primero, y el que parece más obvio, es un aparente puritanismo, que como decía Virginie Despentes en su última visita a Madrid no fomentan precisamente las feministas. No son ellas las que censuran tetas femeninas, sino Instagram y Facebook. El segundo sería el miedo a que cualquiera con un móvil te haga una foto, la sensación de pérdida de intimidad. El tercero, otro miedo: a las comparaciones. Un estudio de 2017 de la Royal Society for Public Health indicaba que una de las peores consecuencias de la exposición constante en las redes, para chicos y chicas de 16 a 21 años, era la ansiedad generada por la exigencia de perfeccionismo.
Solo unos días después, Aitana Ocaña, cantante de 19 años finalista de la última edición de OT, se hizo una foto en Ibiza junto a sus amigas, todas con la parte de atrás del bikini desabrochada. No sé si los comentarios reprobatorios fueron mayoría –por lo visto le decían que «cómo se le ocurría»–, pero sí que le afectaron lo suficiente como para sentir que debía justificarse. Y efectivamente, Aitana confirmó que no llegó a hacer topless.
«Ahora soy una persona pública y sí, me da miedo que alguien pueda hacerme una foto. Pero ¿por qué? Son tetas con sus correspondientes pezones», explicó en Twitter. Sucumbió al primer miedo. Ella sabe que, en su caso, su foto no acabaría en todos los grupos de WhatsApp del pueblo, sino de España. Además, con mucho dinero de por medio. Es normal que esté asustada: Aitana nació en 1999 en un país en el que todavía se debatía semanalmente si las portadas de Interviú eran robados o posados-robados; fue niña y adolescente entre ‘args’ de Cuore; y se ha hecho adulta y famosa a través de Instagram.
Por si queda alguien que no la conozca, Aitana posee una voz estupenda, mucha simpatía e inteligencia, un gran trampolín televisivo y una belleza normativa casi perfecta. El conjunto le ha llevado a acumular 1,3 millones de seguidores en 10 meses y a convertirse en una influencer en la que las adolescentes se miran. Eso coloca su imagen en lo que parece un equilibrio complicado, del que en ningún caso es responsable. Por un lado, es fuente de inspiración pero también de frustraciones y de expectativas poco realistas para muchas chicas; por otro, tiene sobre ella una lupa inmensa que la juzga por estar supuestamente demasiado delgada, por las marcas que le contratan, por sus parejas, por el uso que hace de su físico o por su capacidad para generar dinero.