Editorial: Zapateneo

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174 págs.

El umbral del dolor

Acabo de comenzar mi decimoquinto año encarcelada, y a lo largo de todos estos cuatro mil y pico días me han hecho malvivir en once cárceles: Fleury-Mérogis, Fresnes, Osny, Bapaume, Douai, Soto del Real, Ávila, Valencia, Puerto de Santa María, Badajoz, y ahora Granada. En todas ellas he conocido mujeres de todo tipo y condición, con algunas de las cuales me une aún una fuerte amistad, diferente a la que se conoce en la calle, más profunda, más callada, más fruto de sentimientos y entendimientos que de diversión, aunque la sonrisa y la alegría no nos faltaron ni nos faltan nunca (no permitimos que eso ocurra). Muchas de esas mujeres me marcaron especialmente, y con todas hablé, compartí vivencias, sueños, deseos, realidades muy duras… y, sobre todo, confianza. Ellas se abrieron de par en par y me ofrecieron sus hisorias, las que nadie más conoce ni escucha, las que quedan escondidas, ocultas bajo las apariencias o las buenas formas, e incluso maquilladas por la tinta de las rotativas y los rótulos televisivos. Son historias que hablan de las debilidades humanas, de los sentimientos, de lo que puede llegar a suponer para una mujer el vivir encasillada, impotente, tolerando todo lo que una vida estereotipada nos marca a cada una.

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Acabo de comenzar mi decimoquinto año encarcelada, y a lo largo de todos estos cuatro mil y pico días me han hecho malvivir en once cárceles: Fleury-Mérogis, Fresnes, Osny, Bapaume, Douai, Soto del Real, Ávila, Valencia, Puerto de Santa María, Badajoz, y ahora Granada. En todas ellas he conocido mujeres de todo tipo y condición, con algunas de las cuales me une aún una fuerte amistad, diferente a la que se conoce en la calle, más profunda, más callada, más fruto de sentimientos y entendimientos que de diversión, aunque la sonrisa y la alegría no nos faltaron ni nos faltan nunca (no permitimos que eso ocurra). Muchas de esas mujeres me marcaron especialmente, y con todas hablé, compartí vivencias, sueños, deseos, realidades muy duras… y, sobre todo, confianza. Ellas se abrieron de par en par y me ofrecieron sus hisorias, las que nadie más conoce ni escucha, las que quedan escondidas, ocultas bajo las apariencias o las buenas formas, e incluso maquilladas por la tinta de las rotativas y los rótulos televisivos. Son historias que hablan de las debilidades humanas, de los sentimientos, de lo que puede llegar a suponer para una mujer el vivir encasillada, impotente, tolerando todo lo que una vida estereotipada nos marca a cada una.

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