Editorial: Zorro Rojo

ISBN: 9788494595042

120 págs.

LA PESTE ESCARLATA

Ilustrado por Luis Scafati

En el año 2013, apareció por primera vez en la ciudad de Nueva York la Peste Escarlata, una implacable epidemia mucho más mortífera que cualquier otra conocida. Tras la manifestación de los primeros síntomas —la erupción escarlata en rostro y cuerpo—, el infectado podría durar apenas una hora. La humanidad moría como moscas en ausencia de una cura que pudiera hacerle frente, y el vano éxodo de la civilización desertizó las ciudades, devastadas por el pillaje, los incendios y la violencia. Muy pocas familias lograron escapar del contagio, y la población mundial quedó reducida a pequeñas tribus que apenas suman los cuarenta individuos. Mientras el caos se apodera de las costumbres y de la cultura, la vegetación se extiende por la tierra cubriendo con su verde manto los vestigios de una civilización y las fieras recorren a sus anchas senderos, bosques y playas. Sesenta años después de estos primeros acontecimientos, al final de su vida, un entrañable anciano superviviente, James Howard Smith, antiguo profesor de literatura en la universidad, narra a unos jóvenes asalvajados las catastróficas consecuencias de la Peste Escarlata en un intento de transmitirles breves recuerdos de la historia de un mundo que ya nadie recuerda. Las visiones de un pasado idealizado —en una época dorada en la que los seres humanos aprendían a pensar en las escuelas y la humanidad era propietaria de todas las cosas y dominaba sobre la naturaleza— contrastan con el paisaje pesimista de los nuevos hábitos de la pequeña población, que desconoce el jabón, caza para sobrevivir y adorna su cuerpo con la osamenta de cadáveres afectados por la peste. Mientras hace treinta años, los supervivientes pedían al viejo Smith que les repitiera una y otra vez la historia del cataclismo, ahora, su testimonio no parece interesar a nadie. Los muchachos, que desconocen el significado de palabras en desuso —como el «dinero», la «mayonesa» o «el ser humano libre»— y apenas hablan con monosílabos y oraciones simples, intentan seguir el hilo las conjeturas del viejo, siempre incrédulos ante la idea de que unos pequeños seres microscópicos pudieran acabar con la vida de millones de personas: «Esas cosas no se ven, abuelo —protestó Labio Leporino—, y tú hablas y hablas como si fueran algo y no son nada. Lo que no ves, no existe. Así de sencillo». En esta edición de La peste escarlata, las ilustraciones de Luis Scafati añaden una dimensión onírica a los horrores de un futuro imaginado por Jack London. Un relato postapocalíptico, pionero en el género, en el que la humanidad se hunde en la noche primitiva, que deja huella en libros tan notables como como La Tierra permanece (1949), de George R. Stewart, y La carretera (2006), de Cormac McCarthy.

16,90

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Categories: Narrativa

 
Jack London nació en San Francisco en 1876 con el nombre de John Griffith Chaney, hijo de la profesora de música, Flora Wellman, y del astrólogo William Chaney, quien negó su paternidad y se marchó antes de que naciera el joven John. Su madre se volvió a casar con el veterano de la guerra civil John London y la familia se mudó a Oakland. London adoptó el apellido de su padrastro y abandonó el colegio a los catorce años. Empezó a tener una serie de trabajos de subsistencia en la bahía de San Francisco. En 1893 se incorporó como marinero al Sophie Sutherland, un buque de caza de focas que se dirigiría a Japón pasando por las aguas del mar de Bering. Entonces tenía diecisiete años. Regresó a Estados Unidos en plenas protestas de las guerras laborales y la depresión que más adelante se conocería como el Pánico de 1893 y se unió a la marcha de protesta de Coxey’s Army, hacia Washington para reivindicar mejoras laborales. Tras haber estado encarcelado durante 30 días, London regresó a California y se matriculó brevemente en la Universidad de Berkeley, hasta que se quedó sin dinero. Entonces, se embarcó en la aventura de la fiebre del oro en la región de Klondike del territorio del Yukón canadiense. Tras una combinación de desnutrición y ganancias escasas volvió a casa después de once meses; más adelante, escribiría «no me traje nada de Klondike salvo escorbuto», aunque no era del todo cierto, pues esta experiencia vital dio lugar a varios relatos breves que trataban temas existenciales ambientados en este entorno tan hostil, al tiempo que los individuos que conoció en el norte se convirtieron en personajes de sus narraciones. En 1903 le llegó el turno a un perro, Jack, que se convirtió en Buck, el protagonista de La llamada de la naturaleza, con un éxito instantáneo. A esta siguieron obras como El lobo de mar (1904), Colmillo blanco (1907), El Talón de Hierro (1908), su novela más política. London se casó con la profesora Bess Maddern en 1900 y la pareja tuvo dos hijas. En 1904, se embarcó en una misión como corresponsal de guerra y envió noticias del conflicto ruso-japonés al San Francisco Examiner. Tras el fracaso de su primer matrimonio, London se casó con Charmian Kittredge y, en 1906, se compró un barco, el Snark, en el que intentó navegar por todo el mundo. Más adelante, escribió un reportaje de la travesía, El crucero del Snark (1911), y sus Cuentos de los mares del sur (1911), una colección de relatos cortos sobre el viaje, se considera una de sus mejores obras. En 1909 escribió Martin Eden, su novela más autobiográfica.
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LA PESTE ESCARLATA

Ilustrado por Luis Scafati

16,90

En el año 2013, apareció por primera vez en la ciudad de Nueva York la Peste Escarlata, una implacable epidemia mucho más mortífera que cualquier otra conocida. Tras la manifestación de los primeros síntomas —la erupción escarlata en rostro y cuerpo—, el infectado podría durar apenas una hora. La humanidad moría como moscas en ausencia de una cura que pudiera hacerle frente, y el vano éxodo de la civilización desertizó las ciudades, devastadas por el pillaje, los incendios y la violencia. Muy pocas familias lograron escapar del contagio, y la población mundial quedó reducida a pequeñas tribus que apenas suman los cuarenta individuos. Mientras el caos se apodera de las costumbres y de la cultura, la vegetación se extiende por la tierra cubriendo con su verde manto los vestigios de una civilización y las fieras recorren a sus anchas senderos, bosques y playas. Sesenta años después de estos primeros acontecimientos, al final de su vida, un entrañable anciano superviviente, James Howard Smith, antiguo profesor de literatura en la universidad, narra a unos jóvenes asalvajados las catastróficas consecuencias de la Peste Escarlata en un intento de transmitirles breves recuerdos de la historia de un mundo que ya nadie recuerda. Las visiones de un pasado idealizado —en una época dorada en la que los seres humanos aprendían a pensar en las escuelas y la humanidad era propietaria de todas las cosas y dominaba sobre la naturaleza— contrastan con el paisaje pesimista de los nuevos hábitos de la pequeña población, que desconoce el jabón, caza para sobrevivir y adorna su cuerpo con la osamenta de cadáveres afectados por la peste. Mientras hace treinta años, los supervivientes pedían al viejo Smith que les repitiera una y otra vez la historia del cataclismo, ahora, su testimonio no parece interesar a nadie. Los muchachos, que desconocen el significado de palabras en desuso —como el «dinero», la «mayonesa» o «el ser humano libre»— y apenas hablan con monosílabos y oraciones simples, intentan seguir el hilo las conjeturas del viejo, siempre incrédulos ante la idea de que unos pequeños seres microscópicos pudieran acabar con la vida de millones de personas: «Esas cosas no se ven, abuelo —protestó Labio Leporino—, y tú hablas y hablas como si fueran algo y no son nada. Lo que no ves, no existe. Así de sencillo». En esta edición de La peste escarlata, las ilustraciones de Luis Scafati añaden una dimensión onírica a los horrores de un futuro imaginado por Jack London. Un relato postapocalíptico, pionero en el género, en el que la humanidad se hunde en la noche primitiva, que deja huella en libros tan notables como como La Tierra permanece (1949), de George R. Stewart, y La carretera (2006), de Cormac McCarthy.

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Editorial: Zorro Rojo

ISBN: 9788494595042

120 págs.

Jack London nació en San Francisco en 1876 con el nombre de John Griffith Chaney, hijo de la profesora de música, Flora Wellman, y del astrólogo William Chaney, quien negó su paternidad y se marchó antes de que naciera el joven John. Su madre se volvió a casar con el veterano de la guerra civil John London y la familia se mudó a Oakland. London adoptó el apellido de su padrastro y abandonó el colegio a los catorce años. Empezó a tener una serie de trabajos de subsistencia en la bahía de San Francisco. En 1893 se incorporó como marinero al Sophie Sutherland, un buque de caza de focas que se dirigiría a Japón pasando por las aguas del mar de Bering. Entonces tenía diecisiete años. Regresó a Estados Unidos en plenas protestas de las guerras laborales y la depresión que más adelante se conocería como el Pánico de 1893 y se unió a la marcha de protesta de Coxey’s Army, hacia Washington para reivindicar mejoras laborales. Tras haber estado encarcelado durante 30 días, London regresó a California y se matriculó brevemente en la Universidad de Berkeley, hasta que se quedó sin dinero. Entonces, se embarcó en la aventura de la fiebre del oro en la región de Klondike del territorio del Yukón canadiense. Tras una combinación de desnutrición y ganancias escasas volvió a casa después de once meses; más adelante, escribiría «no me traje nada de Klondike salvo escorbuto», aunque no era del todo cierto, pues esta experiencia vital dio lugar a varios relatos breves que trataban temas existenciales ambientados en este entorno tan hostil, al tiempo que los individuos que conoció en el norte se convirtieron en personajes de sus narraciones. En 1903 le llegó el turno a un perro, Jack, que se convirtió en Buck, el protagonista de La llamada de la naturaleza, con un éxito instantáneo. A esta siguieron obras como El lobo de mar (1904), Colmillo blanco (1907), El Talón de Hierro (1908), su novela más política. London se casó con la profesora Bess Maddern en 1900 y la pareja tuvo dos hijas. En 1904, se embarcó en una misión como corresponsal de guerra y envió noticias del conflicto ruso-japonés al San Francisco Examiner. Tras el fracaso de su primer matrimonio, London se casó con Charmian Kittredge y, en 1906, se compró un barco, el Snark, en el que intentó navegar por todo el mundo. Más adelante, escribió un reportaje de la travesía, El crucero del Snark (1911), y sus Cuentos de los mares del sur (1911), una colección de relatos cortos sobre el viaje, se considera una de sus mejores obras. En 1909 escribió Martin Eden, su novela más autobiográfica.
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