Siloquios, superloquios, soliloquios e interloquios de ´patafísica
[…]Pegar una estampilla, ser operado de apendicitis, utilizar un distribuidor automático, en estos actos variados descubre coherencias o consecuencias inesperadas, en ocasiones una función ritual y mágica. Así, desgarra el velo de indiferencia que cubre el mundo cotidiano: el suceso se convierte en cuento maravilloso en virtud de una mirada que rechaza las evidencias ostentadas. De este modo, Jarry hace aparecer mitos hasta entonces invisibles: en las páginas que siguen veremos el retorno regular de la máquina que se interpone entre el hombre y el mundo y que se convierte en el objeto de un conflicto terrible. Máquinas muy reales (como el «castigador ortomático» de «Azotar a las mujeres») o múltiples máquinas metafóricas tienen una doble función: aplastar al hombre y su deseo, pero también hacerle sospechar que no es más que una máquina que se ignora a sí misma.[…]
[…] En las crónicas que aquí se reúnen, Jarry sigue escrupulosamente esta regla: él medita sobre gastos cotidianos, pequeñas prácticas sociales, se interroga acerca de lo que hacemos maquinalmente, acerca de lo que nos sucede.