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<p>Sarah y Angelina, dos patricias del sur profundo estadounidense originarias de Charleston, renegaron de su patria y del destino que el capitalismo esclavista les tenía reservado. La capacidad para comprender su posición de clase privilegiada, al tiempo que atrozmente opresora, les hizo escapar de la tela de araña que la economía de las plantaciones llevaba siglos tejiendo a base de destrozar cuerpos y mentes.</p> <p>Su itinerario vital las llevaría a convertirse en lideresas abolicionistas, primero, y en precursoras del feminismo más tarde. Convirtieron su severa formación religiosa en combustible ideológico para la transformación social. Su apuesta sin concesiones las llevó a ingresar en un cuaquerismo del que serían expulsadas; su pasión por la igualdad las convirtió en profesoras de escuelas libres; su búsqueda de la libertad las condujo a falansterios. Escribieron manifiestos y ensayos capitales para la emancipación de las mujeres sepultados por la historeografía masculina. Fueron oradoras deslumbrantes ante auditorios multitudinarios, ridiculizadas por la prensa. Su elocuencia y astucia legendarias les hizo salir airosas de disputas con cúpulas eclesiáticas, antiesclavistas contemporizadores y élites patriarcales. En una sociedad puritana, machista y racista, hicieron añicos las convenciones sociales, la política de las medias tintas y la subalternidad de la mujer.</p> <p>Vivieron austeramente, siempre con la pobreza rondando, pero disfrutaron de la vida con una clarividencia y determinación que, todavía hoy, resultan deslumbrantes. Y ello, a pesar de ser plenamente conscientes del tiempo histórico en el que estaban atrapadas. Su epopeya, guiada por una voluntad férrea, es la de quienes lo quieren todo y, gracias a ello, fuerzan los límites de lo posible.</p>
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<p>«Los libros de Eduardo Romero son un género único: comprometidos, humanos, desde el margen. Es un alquimista de la literatura de lo real. Ahora iba a por carbón y ha sacado oro. Una gran historia».—Paco Cerdà.</p> <p>«Y es que la razón occidental se ríe de las creencias de indios y negros. ¿Cómo va a ser la montaña un dios? Hagámosle un agujero y saquemos ese puto carbón».</p> <p><em>¿Cómo va a ser la montaña un dios?</em> es un viaje de ida y vuelta por dos universos separados por miles de kilómetros, pero interconectados por varios hilos: el carbón y la minería, el capital y su logística portuaria, la migración y el exilio.</p> <p>Eduardo Romero traza un puente entre Asturias y Colombia, y nos hace partícipes de una historia real —maravillosamente contada— en la que el «azar global» conecta el destino común de los de abajo.</p>
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<p>Harry Haywood fue una de las figuras más influyentes entre los pensadores, escritores, organizadores y activistas que ayudaron a hacer que el mundo fuera consciente del racismo virulento que mancha nuestras sociedades.</p> <p><i>Bolchevique Negro</i> es la autobiografía de Harry Haywood (Omaha del Sur, Nebraska, 1898-1985), uno de los comunistas afroamericanos más destacados del siglo xx. Hijo de una familia humilde de exesclavos del sur de Estados Unidos, narra su temprana politización en movimientos secretos y radicales como la Hermandad de la Sangre Africana, haciendo frente a políticas segregacionistas, persecuciones y linchamientos sistemáticos contra la población negra. Militante del Partido Comunista desde 1925, comparte aspectos de su formación política en la URSS, donde fue pionero de la teoría del «colonialismo interno», proponiendo una lucha por la liberación y autodeterminación de la población negra en el sur de Estados Unidos. También desarrolla pasajes de su participación en acontecimientos clave del siglo, como la Primera y Segunda Guerra Mundial o la guerra civil española, así como sus actividades de organización en el movimiento obrero afroamericano y sus debates con el movimiento Black Power en la década de los años sesenta.</p> <p>Este volumen incluye una selección de otros artículos donde Haywood desarrolla la teoría del colonialismo interno desde la década de los años veinte, enfatizando la importancia de atender el fenómeno de la sobreexpotación y la división racial del trabajo para una comprensión más integral del capitalismo. Sus reflexiones forman parte importante de la amplia tradición de los marxismos negros y los marxismos del Sur, desarrollando análisis no-eurocéntricos y descolonizadores de la crítica marxista a la economía política.</p>
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<p>Personas negras los hay en todos los países, integrantes de todas las religiones y de todos los niveles de las jerarquías sociales. ¿Se puede, pues, decir «los negros» como si fueran un conglomerado de individuos todos idénticos? Después de haber pagado con millones de vidas el delito de ser negras, siguen encerradas en una prisión identitaria. ¿Qué identidad puede reclamar alguien cuando es «negro» y se llama Toussaint Louverture, Ahmad Baba, Behanzin, Malcolm X, Elijah Muhammad, Aimé Césaire, Cheikh Anta Diop, Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé? ¿Tienen derecho aquellos a los que seguimos llamando «hombres de color», «nègres», «negros», «blacks» a un reconocimiento que no sea el asociado a la marca somática?</p> <p>Bassidiki Coulibaly reflexiona sobre la fabricación de la identidad, tanto negra como blanca. La «cuestión negra» o el «problema negro» es —nos dice—, también una cuestión «no negra», un problema blanco, árabe, amarillo… O sea, una cuestión de la humanidad misma. El crimen de ser negro constituye un estudio asequible y altamente provocativo, que busca desenredar nuestra interpretación de las ideas racistas y de las fuerzas que las producen.</p>
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<p>Nuestra sociedad es la réplica de un barco negrero, aquellos navíos lúgubres donde las personas viajaban estratificadas en distintos niveles. Los africanos permanecían encadenados en la bodega húmeda y oscura, mientras los esclavistas europeos hacían su vida en la cubierta superior, al aire libre. Sin embargo, aunque tenían experiencias vitales radicalmente distintas, todos viajaban a bordo del mismo buque de muerte.</p> <p>Hay un antirracismo que solo pide acceder a la cubierta superior del barco. Y hay otro, el que defiende Emma Dabiri, que busca la emancipación, orillando los planteamientos identitarios y apostando por el apoyo mutuo y las alianzas horizontales. <em>¿Qué hacer ahora con el racismo blanco?</em> interpela a la «blanquitud» de manera directa, con un relato sobre las claves históricas que la componen, los privilegios que sustenta, y las dinámicas de poder que la constituyen. Porque la cuestión es cómo hacer astillas el barco.</p>
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<p>El lenguaje oficial sobre la igualdad de género es un repertorio de violencia: acoso, violación, abuso, feminicidio. Estas palabras designan una cruel realidad, pero ¿no ocultan otra realidad, la de la violencia cometida con la complicidad del Estado?</p> <p>En este libro, Françoise Vergès denuncia el giro de la seguridad en la lucha contra el sexismo. Al centrarse en los «hombres violentos», no se cuestionan las fuentes de esta violencia. No hay duda, el capitalismo racial, el populismo ultraconservador, el aplastamiento del Sur por las guerras y el saqueo imperialista, los millones de exiliados o la escalada carcelaria ponen las masculinidades al servicio de una política de muerte. Vergès nos insta a rechazar la obsesión punitiva del Estado en favor de la justicia reparadora.</p> <p>Una comprensión decolonial y feminista de la violencia nunca ha sido tan obligatoria como hoy para imaginar futuros de liberación.</p> <p>«En este contundente desafío decolonial al feminismo carcelario, Francoise Vergès aclara por qué es necesario un enfoque estructural de la violencia. Si queremos entender cómo el capitalismo racial está vinculado a la proliferación de la violencia íntima y estatal dirigida a las mujeres y a las personas que no se ajustan al género no debemos dejar de leer este oportuno análisis». —Angela Y. Davis (University of California) <br /> «Françoise Vergès ofrece una impresionante reflexión sobre la banalización de la agresión. Violencia sexista, sexual y racial. Más que una realidad: un sistema». Clément Arbrun, Terrafemina «La escritura incandescente de Vergès arroja luz sobre las desigualdades globales, los brutales sistemas carcelarios, la militarización sin límites y las ideologías punitivas que dan forma a las intimidades violentas». —Laleh Khalili (Queen Mary University of London) <br /> «Una llamada a unirse a la urgente labor feminista decolonial de repensar las prácticas de la (llamada) protección fuera de las lógicas de la violencia. Tenemos la capacidad, insiste Vergès, de promulgar una sociedad posviolenta, de hacer realidad otro mundo». —Christina Sharpe (York University) <br /> «Una hoja de ruta de imaginarios emancipatorios radicales para dar forma a un cambio social y político urgente. Los argumentos de Vergès surgen de la base, de la experiencia vivida de la disidencia, la acción y la movilización contra las heridas y los daños infligidos por el capitalismo extractivo en todo el mundo». —Rasha Salti (comisaria de arte y cine)</p>