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Recuperem, per a grans i petits lectors, una selecció dels contes populars russos més notables, amb les il·lustracions que Bilibin va realitzar per a l’edició d’aquests relats orals a finals del segle xix. Aquesta joia bibliogràfica reuneix peces tan cèlebres, com «La Vassilissa la Bella», «La Maria Marievna», «La granota-tsarevna» i «La ploma d’en Fínist», compilades per Aleksandr Afanàssiev, considerat l’equivalent rus dels germans Grimm. Tot un univers narratiu en un sol volum imprescindible, de gran valor artístic, gràcies als traços contundents i a la riquesa cromàtica i ornamental de l’il·lustrador insigne Ivan Bilibin.

Entre les seves pàgines, trobem els personatges i les criatures del folklore de l’antiga Rússia, que adquireixen rang d’herois populars: bruixes, ocells de foc i orgulloses tsarevnes, tsars cruels… Aquestes històries van prendre forma durant segles de transmissió oral a través dels paisatges eslaus, i ara ens esperen per deixar-nos una petjada inesborrable.

Aleksandr Afánasiev (Boguchar, Vorónezh, 1826) Afanásiev se tituló en Derecho y dedicó casi toda su vida a su puesto de funcionario para el Archivo Central del Ministerio de Asuntos Exteriores. En 1852 fue elegido miembro de la Sociedad Geográfica Rusa, que le propuso preparar una publicación de todos los cuentos que había conseguido reunir en sus años como funcionario, agrupándolos por materias y temática. Fue la primera recopilación de este tipo que se hizo en Rusia. Profundamente interesado en la etnografía y la literatura, Afanásiev también fue autor de la ambiciosa Concepciones poéticas de los eslavos sobre la naturaleza (1865-1869). Falleció en Moscú, en 1871.

Iván Bilibin (San Petersburgo, 1876) Fue uno de los ilustradores rusos más influyentes del siglo XX. Diseñó el escenario para varios ballets rusos, inspirándose en el folclore eslavo y alcanzó una gran popularidad en su país cuando en 1899 publicó sus innovadoras ilustraciones de los Cuentos populares rusos, recopilados por Aleksandr Afánasiev. Después de la Revolución pasó un tiempo en El Cairo y Alejandría, hasta que en 1925 se estableció en París. Obsesionado con la tradición de su país y tras decorar en 1936 la embajada soviética de la capital francesa, regresó a su tierra, donde dio conferencias en la Academia Soviética de las Artes hasta 1941. Bilibin murió en Leningrado, en 1942.

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