En la memoria colectiva de esta tierra negra aun perviven las cicatrices de la larga lucha por la emancipación humana y la dignidad del Hombre. Nuevamente, esta vez hoy día, se volvió a decir alto y claro: ¡NO! Volvió el instrumento de la huelga, las barricadas, los palos con la policía, las detenciones en el monte, manifestacciones, concentraciones, acciones de protesta, marchas a Madrid, encierros en el interior de la mina... Por azar, fui testigo de todo.

Ante el visor de mi cámara transcurren los fotogramas de la última lucha de los obreros mineros. Quizá el último cartucho. Pero en esta ocasión los personajes que pasean por delante de mi lente no son extraños, como mínimo son conocidos.

Hacia el mediodia de un viernes en Oviedo, aquel grito soez que retumbaba me emocionó, sonaba claro (contundente a la vez) y sincero «Mineros, en lucha, por cuatro hijos de puta». La gente salía de los bares para verles pasar y muchos aplaudían y asentían aquellas verdades, groseras quizás, pero no por ello menos ciertas.

El sofocante lunes en que emergieron de las entrañas de la tierra los encerrados, una multitud aguardaba su salida arremolinada en la bocamina. Los puños en alto redibujaron una estampa añeja (medio olvidada ya), la gente quería apoyar. Mientras, se entonaba la melodía de Santa Bárbara, que aquella tarde sonó como nunca antes.

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