<p>Cuando los j&oacute;venes proletarios proclaman en actos la disoluci&oacute;n de las estructuras sociales existentes (dinero, leyes, familia, propiedad) no hacen m&aacute;s que revelar el secreto de su propia existencia, pues ellos son la disoluci&oacute;n de hecho de este mundo. Cuando mediante el vandalismo y el robo rechazan la sumisi&oacute;n de sus vidas a las normas de la mercanc&iacute;a, no hacen sino aplicar a la sociedad el mismo trato que &eacute;sta les ha aplicado a ellos: la condena sin apelaci&oacute;n. Por muy parcial y aislada que sea, la revuelta contra la mera apariencia de vida a la que los gestores de la sociedad pretenden reducirnos encierra un alcance universal, pues no ataca tal o cual aspecto de la miseria modernizada, sino su totalidad.</p> <p>Por contra, la apariencia universal de la pseudo-rebeli&oacute;n pol&iacute;tica disimula bajo sus colosales pretensiones (&laquo;cambiar el mundo&raquo;, &laquo;instaurar el socialismo&raquo;: es evidente que tales pretensiones son colosales en tanto que s&oacute;lo son eso, pretensiones) un esp&iacute;ritu mezquino y parcial que en la pr&aacute;ctica se reduce a ocupar un lugar en el espect&aacute;culo dominante, tratar de hacerse cargo de su gesti&oacute;n y sobrevivir en &eacute;l trapicheando con la m&aacute;s s&oacute;rdida de las mercanc&iacute;as: la compensaci&oacute;n ideol&oacute;gica por la miseria soportada en silencio. (Unos Can&iacute;bales, Zaragoza 1988)</p> <p>El inter&eacute;s por los conflictos que acontec&iacute;an en la Espa&ntilde;a salvaje, junto a la preocupaci&oacute;n por la suerte que corr&iacute;an los pobres &mdash;es decir, casi todos nuestros posibles interlocutores y aliados&mdash; fue una constante en las publicaciones del grupo franc&eacute;s Os Cangaceiros. Formado un criterio a trav&eacute;s del estudio de obras cl&aacute;sicas e innumerables viajes al coraz&oacute;n mismo de la rebeli&oacute;n para encontrarse con sus protagonistas, nos dejaron l&uacute;cidos an&aacute;lisis sobre los altibajos de la guerra social en el Estado espa&ntilde;ol y conclusiones relevantes para los tiempos que corren. Desde el desembarco de la Primera Internacional en tierras hispanas hasta los preludios de la huelga-espect&aacute;culo del 14 de diciembre del 88, se nos ofrece una excelente radiograf&iacute;a, tan exenta de la pachanga anarquista como de toscos dict&aacute;menes paleo-marxistas, de los rasgos que dieron su peculiar impronta a la revuelta de los pobres en Espa&ntilde;a.</p> <p>Asumiendo como propio y universal uno de ellos &mdash;el rechazo categ&oacute;rico de la pol&iacute;tica en tanto que lenguaje del Estado y la econom&iacute;a&mdash; nos recuerdan oportunamente que la apuesta por lo menos malo no es ninguna novedad en este pa&iacute;s, y que cuanto m&aacute;s amplia es la confianza depositada en grupos pol&iacute;ticos de cualquier signo, mayor es el batacazo cosechado. C&oacute;mo colof&oacute;n, se adjunta la Defensa incondicional de los v&aacute;ndalos del 1 de diciembre, op&uacute;sculo redactado al calor de las &laquo;movilizaciones&raquo; estudiantiles del 88 para salir al paso de las calumnias vertidas contra un grupo de insurrectos. El talento para la pol&eacute;mica, la lucidez en la disecci&oacute;n de los acontecimientos y el rechazo sin ambages del mundo de la ideolog&iacute;a y el militantismo, hacen de este documento &mdash;pr&aacute;cticamente in&eacute;dito hasta ahora&mdash; algo &uacute;nico e ins&oacute;lito en el panorama revolucionario espa&ntilde;ol.</p>