CÓMO MATAR A LA MUERTE
Agustín García Calvo y la filosofía de la contracultura
Agustín García Calvo es uno de los pensadores más originales, influyentes y reconocidos de nuestra filosofía reciente y, pese a ello, uno también de los más desconocidos. Su labor intelectual irradió durante numerosas décadas a quienes se movieron en los ámbitos de lo que aquí se llamará contracultura: un espacio heterodoxo, activo política, cultural y socialmente, rico en disidencias y en gran medida inasible («no hay manera de ser ácrata, como si fuese una identidad entre otras», nos recuerda Jordi Carmona).
Este ensayo ejecuta una maniobra de inmersión en el pensamiento de García Calvo para beber de quien aquí se califica como el sol negro de la acracia española. No se trata pues de una biografía clásica, ni de una introducción a un autor, sino de un gesto de reapropiación apasionada, de reinterpretación articulada en torno a los grandes temas que sujeto y entorno comparten (el pacto con el diablo, el viaje, las búsquedas rítmicas, las experimentaciones sexuales y deseantes, el papel de lo popular, la acracia y el antifranquismo) y a las relaciones cruzadas con otros pensadores del momento (Deleuze, Lacan, Adorno, Agamben… pero también Savater, Trías, Leopoldo María Panero, los hermanos Rafael y Chicho Sánchez Ferlosio).
«Lo que importa no es lo que un texto dice, sino lo que hace. El pensamiento es un tipo de acción, que cuenta por lo que hace, por su eficacia práctica; es una manera específica de hablar (o escribir) que produce ciertos efectos, y que García Calvo llama frecuentemente un fari fiendo, un hacer hablando o un hablar hacendoso, podríamos traducir.»
«El hacer hablando del pensamiento, aunque sea discreto y no parezca nada escandaloso ni llame mucho la atención, resulta a fin de cuentas la acción más eficaz. Pues solo el pensamiento ácrata consigue practicar la negación más límpida que existe, la negatividad sin mácula, que mata a la muerte sin poner otra figura de la muerte en su lugar; que destruye en lo más profundo, en sus raíces mismas, la cultura de la muerte.»
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CÓMO MATAR A LA MUERTE
Agustín García Calvo y la filosofía de la contracultura
Agustín García Calvo es uno de los pensadores más originales, influyentes y reconocidos de nuestra filosofía reciente y, pese a ello, uno también de los más desconocidos. Su labor intelectual irradió durante numerosas décadas a quienes se movieron en los ámbitos de lo que aquí se llamará contracultura: un espacio heterodoxo, activo política, cultural y socialmente, rico en disidencias y en gran medida inasible («no hay manera de ser ácrata, como si fuese una identidad entre otras», nos recuerda Jordi Carmona).
Este ensayo ejecuta una maniobra de inmersión en el pensamiento de García Calvo para beber de quien aquí se califica como el sol negro de la acracia española. No se trata pues de una biografía clásica, ni de una introducción a un autor, sino de un gesto de reapropiación apasionada, de reinterpretación articulada en torno a los grandes temas que sujeto y entorno comparten (el pacto con el diablo, el viaje, las búsquedas rítmicas, las experimentaciones sexuales y deseantes, el papel de lo popular, la acracia y el antifranquismo) y a las relaciones cruzadas con otros pensadores del momento (Deleuze, Lacan, Adorno, Agamben… pero también Savater, Trías, Leopoldo María Panero, los hermanos Rafael y Chicho Sánchez Ferlosio).
«Lo que importa no es lo que un texto dice, sino lo que hace. El pensamiento es un tipo de acción, que cuenta por lo que hace, por su eficacia práctica; es una manera específica de hablar (o escribir) que produce ciertos efectos, y que García Calvo llama frecuentemente un fari fiendo, un hacer hablando o un hablar hacendoso, podríamos traducir.»
«El hacer hablando del pensamiento, aunque sea discreto y no parezca nada escandaloso ni llame mucho la atención, resulta a fin de cuentas la acción más eficaz. Pues solo el pensamiento ácrata consigue practicar la negación más límpida que existe, la negatividad sin mácula, que mata a la muerte sin poner otra figura de la muerte en su lugar; que destruye en lo más profundo, en sus raíces mismas, la cultura de la muerte.»