Colección: Movimiento

ISBN: 9788496453043

186 págs.

El eje del mal es heterosexual

Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer

Eso coreábamos unas cuantas en las  manifestaciones contra la guerra y en la manifestación del orgullo del año 2003. Lo gritábamos, y lo gritamos, bien alto, porque sabemos que nuestros cuerpos son políticos. Nuestros cuerpos son discursos, no son más que aquellos lugares materiales de «articulación productiva de poder y saber».1 Escupimos sobre el neoliberalismo que tan bien ha simulado recibirnos en sus espectáculos insertos en la matriz heterosexual —«rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan cuerpos, géneros y deseos» (Judith Butler, 1990/2001: 38)— insomne e imposible. Decimos que NO queremos ser parte de las fronteras de occidente; por eso vomitamos sobre la carta de guerra del 29 de enero de 2002
en la que, por primera vez, George W. Bush pronunció la frase «El eje del mal» ante los miembros del Congreso y el Senado, el Estado Mayor, el Tribunal Supremo y el Gobierno de EE UU. En su discurso anunció que: «Peligros sin
precedentes se ciernen sobre el mundo civilizado», puesto que existen «regímenes que han estado silenciosos desde el 11 de septiembre, pero conocemos su naturaleza verdadera», aunque «no tenemos intención de imponer nuestra cultura, siempre defenderemos la libertad y la justicia». La
fuerza performativa de semejante discurso, validada por tan «altas instituciones», que bajo la cobertura de la doble moral perpetúa astronómicos intereses económicos, produce exterminios y cicatrices
sobradamente conocidos por todas. Nosotras, inapropiables, saboteadoras del sexo jurídico, guerrilleras de los cuerpos medicalizados, terroristas del deseo psiquiatrizado, resistimos.

15,00

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Categorías: Género y Feminismo

 

El eje del mal es heterosexual

Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer

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Eso coreábamos unas cuantas en las  manifestaciones contra la guerra y en la manifestación del orgullo del año 2003. Lo gritábamos, y lo gritamos, bien alto, porque sabemos que nuestros cuerpos son políticos. Nuestros cuerpos son discursos, no son más que aquellos lugares materiales de «articulación productiva de poder y saber».1 Escupimos sobre el neoliberalismo que tan bien ha simulado recibirnos en sus espectáculos insertos en la matriz heterosexual —«rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan cuerpos, géneros y deseos» (Judith Butler, 1990/2001: 38)— insomne e imposible. Decimos que NO queremos ser parte de las fronteras de occidente; por eso vomitamos sobre la carta de guerra del 29 de enero de 2002
en la que, por primera vez, George W. Bush pronunció la frase «El eje del mal» ante los miembros del Congreso y el Senado, el Estado Mayor, el Tribunal Supremo y el Gobierno de EE UU. En su discurso anunció que: «Peligros sin
precedentes se ciernen sobre el mundo civilizado», puesto que existen «regímenes que han estado silenciosos desde el 11 de septiembre, pero conocemos su naturaleza verdadera», aunque «no tenemos intención de imponer nuestra cultura, siempre defenderemos la libertad y la justicia». La
fuerza performativa de semejante discurso, validada por tan «altas instituciones», que bajo la cobertura de la doble moral perpetúa astronómicos intereses económicos, produce exterminios y cicatrices
sobradamente conocidos por todas. Nosotras, inapropiables, saboteadoras del sexo jurídico, guerrilleras de los cuerpos medicalizados, terroristas del deseo psiquiatrizado, resistimos.

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Categorías: Género y Feminismo

Colección: Movimiento

ISBN: 9788496453043

186 págs.