El minuto y el año
«Mirar y pensar son dos cosas diferentes», dice Antonio Cabrera en este libro. Pero uno tiene la impresión de que toda su obra, la que ha escrito en prosa (El desapercibido) y la que ha escrito en verso (En la estación perpetua, Tierra en cielo, Piedras en el agua, Corteza de abedul) es un intento de unir ambas acciones.
Antonio Cabrera discurre en estas páginas, nacidas sin prisa ni necesidad, por el tiempo (el año de la tierra, el minuto de la luz), como si fuera un lugar; lo mira como si fuera un paisaje. Así, espacio y tiempo, las dos coordenadas de la vida humana, adquieren un nueva dimensión, abarcable solo por la mirada del poeta o el discurso del filósofo, ahora devuelto al lector con un lenguaje luminoso y firme.
Cabrera nos habla de cosas sencillas, cosas muchas veces vistas o sentidas (ver volar vencejos, colgar un cuadro, buscar espárragos o poner la lavadora), y no solo las renueva ante nuestros ojos sino que les da una dimensión distinta. Sus palabras nos incumben porque hablan de partes de nuestras vidas a las que nunca les hemos dedicado una fracción de pensamiento.
17,50€
Categorías: Narrativa
El minuto y el año
«Mirar y pensar son dos cosas diferentes», dice Antonio Cabrera en este libro. Pero uno tiene la impresión de que toda su obra, la que ha escrito en prosa (El desapercibido) y la que ha escrito en verso (En la estación perpetua, Tierra en cielo, Piedras en el agua, Corteza de abedul) es un intento de unir ambas acciones.
Antonio Cabrera discurre en estas páginas, nacidas sin prisa ni necesidad, por el tiempo (el año de la tierra, el minuto de la luz), como si fuera un lugar; lo mira como si fuera un paisaje. Así, espacio y tiempo, las dos coordenadas de la vida humana, adquieren un nueva dimensión, abarcable solo por la mirada del poeta o el discurso del filósofo, ahora devuelto al lector con un lenguaje luminoso y firme.
Cabrera nos habla de cosas sencillas, cosas muchas veces vistas o sentidas (ver volar vencejos, colgar un cuadro, buscar espárragos o poner la lavadora), y no solo las renueva ante nuestros ojos sino que les da una dimensión distinta. Sus palabras nos incumben porque hablan de partes de nuestras vidas a las que nunca les hemos dedicado una fracción de pensamiento.