Editorial: El Viejo Topo

ISBN: 9788492616138

408 págs.

En nombre de la clase obrera

«En nombre de la clase obrera…» fueron las palabras que encabezaban la sentencia dictada en junio de 1958 contra Imre Nagy, primer ministro de Hungría y veterano dirigente comunista, y sus colaboradores más próximos en el simulacro de juicio por su participación en la Revolución húngara de 1956. Sándor Kopácsi, jefe de la policía de Budapest y diputado del partido comunista húngaro (POH), era uno de ellos.
Es el suyo un testimonio de primera mano de un miembro del sector “reformador” del POH estimulado por la desestalinización anunciada por el Informe Secreto de Jrushchov ante el XX Congreso del PCUS (febrero de 1956). En estas páginas se palpa cómo la Revolución húngara pugnaba por conseguir una democracia socialista en la que los trabajadores, los campesinos, los intelectuales, los jóvenes… fueran quienes marcaran la dirección de la economía y los asuntos públicos. Aspiraciones que, al desbordar los estrechos límites del llamado “socialismo real”, movieron a la burocracia estalinista de Moscú a aplastarla a sangre y fuego, fracasados los intentos de encauzarla siguiendo el patrón de Gomulka en Polonia.

25,00

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A Sándor Kopácsi (Miskolc, Hungría, 1922- Toronto, Canadá, 2001) su padre, tornero, le introdujo desde muy joven en el oficio y en la política, donde era dirigente socialdemócrata y sindical. En 1944, al ocupar Hungría las tropas alemanas, huyó de la ciudad con toda su familia para unirse al movimiento de resistencia Mokán. Liberado Miskolc por el Ejército Rojo, entró en las nuevas fuerzas policiales e ingresó en el Partido Obrero húngaro (POH, comunista). En 1952 fue nombrado jefe de la policía de Budapest y algo después designado diputado. A principios de 1956 alzó su voz contra Mátyás Rákosi, entonces máximo dirigente del Partido y del Estado, en una reunión de miembros del POH en la policía, sumándose así a los “reformadores” del partido. Tras el estallido de la Revolución el día 23 de octubre de 1956, se negó a que sus fuerzas dispararan contra los rebeldes y acabó por sumarse a la insurrección. El día 3 de noviembre, contando con el respeto de los insurgentes, fue elegido democráticamente segundo jefe de la recién creada Guardia Nacional. Arrestado el día 5 de noviembre de 1956, fue juzgado junto con Nagy y sus colaboradores en junio de 1958, siendo condenado a cadena perpetua. Amnistiado en 1963, su vida laboral no fue fácil y la policía secreta no cesó de acosarle. En 1975 fue autorizado a emigrar a Canadá, donde vivía su única hija, Judith. Allí, tras varios trabajos manuales, acabó retirándose en 1987 como empleado de la limpieza de una central hidroeléctrica de Toronto. Tras la caída del Muro, volvió a Hungría en 1990 con su mujer y compañera de fatigas, Ibolya, y fue nombrado general, aunque retirado. Falleció en Canadá en 2001 durante una visita a su hija.
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En nombre de la clase obrera

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«En nombre de la clase obrera…» fueron las palabras que encabezaban la sentencia dictada en junio de 1958 contra Imre Nagy, primer ministro de Hungría y veterano dirigente comunista, y sus colaboradores más próximos en el simulacro de juicio por su participación en la Revolución húngara de 1956. Sándor Kopácsi, jefe de la policía de Budapest y diputado del partido comunista húngaro (POH), era uno de ellos.
Es el suyo un testimonio de primera mano de un miembro del sector “reformador” del POH estimulado por la desestalinización anunciada por el Informe Secreto de Jrushchov ante el XX Congreso del PCUS (febrero de 1956). En estas páginas se palpa cómo la Revolución húngara pugnaba por conseguir una democracia socialista en la que los trabajadores, los campesinos, los intelectuales, los jóvenes… fueran quienes marcaran la dirección de la economía y los asuntos públicos. Aspiraciones que, al desbordar los estrechos límites del llamado “socialismo real”, movieron a la burocracia estalinista de Moscú a aplastarla a sangre y fuego, fracasados los intentos de encauzarla siguiendo el patrón de Gomulka en Polonia.

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A Sándor Kopácsi (Miskolc, Hungría, 1922- Toronto, Canadá, 2001) su padre, tornero, le introdujo desde muy joven en el oficio y en la política, donde era dirigente socialdemócrata y sindical. En 1944, al ocupar Hungría las tropas alemanas, huyó de la ciudad con toda su familia para unirse al movimiento de resistencia Mokán. Liberado Miskolc por el Ejército Rojo, entró en las nuevas fuerzas policiales e ingresó en el Partido Obrero húngaro (POH, comunista). En 1952 fue nombrado jefe de la policía de Budapest y algo después designado diputado. A principios de 1956 alzó su voz contra Mátyás Rákosi, entonces máximo dirigente del Partido y del Estado, en una reunión de miembros del POH en la policía, sumándose así a los “reformadores” del partido. Tras el estallido de la Revolución el día 23 de octubre de 1956, se negó a que sus fuerzas dispararan contra los rebeldes y acabó por sumarse a la insurrección. El día 3 de noviembre, contando con el respeto de los insurgentes, fue elegido democráticamente segundo jefe de la recién creada Guardia Nacional. Arrestado el día 5 de noviembre de 1956, fue juzgado junto con Nagy y sus colaboradores en junio de 1958, siendo condenado a cadena perpetua. Amnistiado en 1963, su vida laboral no fue fácil y la policía secreta no cesó de acosarle. En 1975 fue autorizado a emigrar a Canadá, donde vivía su única hija, Judith. Allí, tras varios trabajos manuales, acabó retirándose en 1987 como empleado de la limpieza de una central hidroeléctrica de Toronto. Tras la caída del Muro, volvió a Hungría en 1990 con su mujer y compañera de fatigas, Ibolya, y fue nombrado general, aunque retirado. Falleció en Canadá en 2001 durante una visita a su hija.
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