Fuera de la ley, vol. 3
Los diarios mágicos de Lear Rirsig
A partir de 1936, con las ciudades viniéndose abajo, bombardeadas y sitiadas, lo que sucede con respecto a esos barrios en su día llamados «siniestros» o «tenebrosos» (los barrios chinos, los lugares del hampa) y los fuera de la ley será diferente. La posguerra, igualmente, también cambiará a sus protagonistas. Difícilmente encontraremos a un Eduardo Arcos (alias «Fantômas» o «Rey de los fantasmas»), a bandas de apaches tatuados y a los llamados «automóviles fantasmas», al ladrón convertido en rata de hotel con cachiporra y cloroformo, al enmascarado casi folletinesco, a los matones y criminales compartiendo tragos en un café cantante a la espera de un nuevo encargo criminal de un falso barón, líder de la Banda Negra que asolará Barcelona, al mundo del cuplé, el charlestón, los cabarets legendarios. Aquella última bohemia está a punto de despedirse para siempre jamás. Lo que vino a continuación fue distinto, un fuera de la ley que buscará su existencia de otra manera y bajo los rigores —y horrores— del franquismo. Así, desfilará la miseria generalizada de la posguerra y se pasó de la España noir a la España «negra». Pero, mientras tanto, el crimen… Porque el franquismo fue una máquina de desmemoria. El mito de la inexistencia o disminución de la delincuencia en tiempos del dictador ha sido una operación de propaganda, una mentira fabricada torpemente. Aquí te lo contamos a pesar de la censura y la operación de maquillaje que se emprendió en su día.
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Categorías: Contracultura y arte
Fuera de la ley, vol. 3
Los diarios mágicos de Lear Rirsig
A partir de 1936, con las ciudades viniéndose abajo, bombardeadas y sitiadas, lo que sucede con respecto a esos barrios en su día llamados «siniestros» o «tenebrosos» (los barrios chinos, los lugares del hampa) y los fuera de la ley será diferente. La posguerra, igualmente, también cambiará a sus protagonistas. Difícilmente encontraremos a un Eduardo Arcos (alias «Fantômas» o «Rey de los fantasmas»), a bandas de apaches tatuados y a los llamados «automóviles fantasmas», al ladrón convertido en rata de hotel con cachiporra y cloroformo, al enmascarado casi folletinesco, a los matones y criminales compartiendo tragos en un café cantante a la espera de un nuevo encargo criminal de un falso barón, líder de la Banda Negra que asolará Barcelona, al mundo del cuplé, el charlestón, los cabarets legendarios. Aquella última bohemia está a punto de despedirse para siempre jamás. Lo que vino a continuación fue distinto, un fuera de la ley que buscará su existencia de otra manera y bajo los rigores —y horrores— del franquismo. Así, desfilará la miseria generalizada de la posguerra y se pasó de la España noir a la España «negra». Pero, mientras tanto, el crimen… Porque el franquismo fue una máquina de desmemoria. El mito de la inexistencia o disminución de la delincuencia en tiempos del dictador ha sido una operación de propaganda, una mentira fabricada torpemente. Aquí te lo contamos a pesar de la censura y la operación de maquillaje que se emprendió en su día.