Hacia el este del río Congo
La novela la firma Miguel Martí (pseudónimo de Miguel López Martínez) madrileño de la cosecha de 1985, del bario de Chamberí. Con 21 años piso África como voluntario a la selva sur de Camerún por un corto periodo de tiempo con la ONG Zerca y Lejos. Aunque breve, ese primer viaje fue suficiente para dejarle prendado de la selva y sus gentes. Esa incontrolable atracción le llevó poco después a cambiar su residencia a Camerún, instalándose con los “bulus” y los “bakas”, que le enseñaron otra manera de afrontar la vida.
La novela es rica en la descripción de los paisajes, los caminos y rutas inesperadas que sorprenden al protagonista del relato. A través de la voz principal, llevada en el inicio por el personaje de Juan Cruz, el escéptico e ingenuo protagonista de la primera parte, y extremada hasta el delirio por su alter ego Yekení, en la segunda, el autor nos ofrece la posibilidad de vivir en la piel de los niños baka, en la dureza de las mujeres exhaustas tras un día recolectando mandioca en los campos a golpes de machete, con su bebé a la espalda… en la mirada derrotada del pobre, del perdedor, del último.
Media década a pasado el autor entre “bulus” y los “bakas”, compartiendo sus costumbres, alegrías, sufrimientos… Y, por supuesto, escribiendo sin descanso para plasmar la cotidianidad de esos pueblos tan lejanos… tan cercanos.
15,00€
Categorías: Narrativa
Hacia el este del río Congo
La novela la firma Miguel Martí (pseudónimo de Miguel López Martínez) madrileño de la cosecha de 1985, del bario de Chamberí. Con 21 años piso África como voluntario a la selva sur de Camerún por un corto periodo de tiempo con la ONG Zerca y Lejos. Aunque breve, ese primer viaje fue suficiente para dejarle prendado de la selva y sus gentes. Esa incontrolable atracción le llevó poco después a cambiar su residencia a Camerún, instalándose con los “bulus” y los “bakas”, que le enseñaron otra manera de afrontar la vida.
La novela es rica en la descripción de los paisajes, los caminos y rutas inesperadas que sorprenden al protagonista del relato. A través de la voz principal, llevada en el inicio por el personaje de Juan Cruz, el escéptico e ingenuo protagonista de la primera parte, y extremada hasta el delirio por su alter ego Yekení, en la segunda, el autor nos ofrece la posibilidad de vivir en la piel de los niños baka, en la dureza de las mujeres exhaustas tras un día recolectando mandioca en los campos a golpes de machete, con su bebé a la espalda… en la mirada derrotada del pobre, del perdedor, del último.
Media década a pasado el autor entre “bulus” y los “bakas”, compartiendo sus costumbres, alegrías, sufrimientos… Y, por supuesto, escribiendo sin descanso para plasmar la cotidianidad de esos pueblos tan lejanos… tan cercanos.