La Gran Deserción fue el fenómeno que hizo que millones de personas renunciaran a sus empleos al final de la pandemia. Especialmente en Estados Unidos, donde más de cuarenta millones de personas abandonaron voluntariamente su puesto de trabajo en 2021, pero también en China y Europa.

Francesca Coin analiza este fenómeno, haciendo hincapié en el caso italiano, como si se tratase de una huelga general no declarada o la versión contemporánea del rechazo del trabajo y la fuga del régimen fabril que protagonizó la figura del obrero-masa a finales de los setenta.

Para Coin, el nuevo rechazo del trabajo es el síntoma del fin de la era en la que reinaba la esperanza de que el trabajo nos permitiría realizar nuestros sueños de emancipación, movilidad social y reconocimiento. No obstante, la ética del trabajo sigue siendo un dispositivo de valorización social.

El problema actual en torno al trabajo, como señala Francesca Coin, es que tampoco los que trabajan todo el día consiguen siempre reunir el dinero para sobrevivir. Es en estos casos, cada vez más habituales, donde adquiere sentido la pregunta: «¿Para qué trabajar?». Quizá la más política de todas las preguntas.

«El sistema en el que vivimos está roto y, en este contexto, quien renuncia al trabajo a menudo no lo hace porque pueda permitírselo. Lo hace para sobrevivir. Lo hace porque ya no puede más, para cuidar de sus seres queridos o porque sabe muy bien que el verdadero problema hoy en día no son los que pueden permitirse no trabajar, sino los que trabajan todo el tiempo y aun así no consiguen reunir el dinero para pagar el alquiler y la comida.»