La manada digital
Feudalismo hipertecnológico en una democracia sin ciudadanos
Sin duda la explosión tecnológica de los últimos años ha cambiado notoriamente nuestras experiencias y nuestras vidas. La cotidianidad dista de ser lo que era. Todo debe ser rápido e inmediato, mientras desconocemos el valor de la mirada tranquila, de la reflexión serena y de la conversación pausada. Necesitamos incorporar recursos externos a cualquier toma de decisiones, mientras acabamos bajo el control de los algoritmos ajenos y renunciamos a nuestra libertad. Vivimos en la ficción de estar hiperconectados e hipercomunicados, pero hemos perdido la privacidad y nos vamos instalando en la cultura del simulacro. Las máquinas inteligentes aparentemente nos dan soporte, pero en realidad nos van sustituyendo en todos los ámbitos, también y especialmente en el del trabajo.
Cada vez más dependientes, sumisos y subyugados, vamos deviniendo seres absolutamente previsibles y prescindibles. Las tecnologías digitales están reconfigurando de manera significativa el sentido de identidad, la experiencia de la intimidad y la capacidad de recurrir a la imaginación. Casi nada queda fuera del alcance de los medios digitales y todos los ámbitos productivos, sociales y personales se reescriben. La sociedad está aceptando como si fuera un impulso inevitable la incorporación constante y creciente de nuevos dispositivos y tecnologías a nuestra cotidianeidad, en una lucha continua por estar a la altura del factor novedad.
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La manada digital
Feudalismo hipertecnológico en una democracia sin ciudadanos
Sin duda la explosión tecnológica de los últimos años ha cambiado notoriamente nuestras experiencias y nuestras vidas. La cotidianidad dista de ser lo que era. Todo debe ser rápido e inmediato, mientras desconocemos el valor de la mirada tranquila, de la reflexión serena y de la conversación pausada. Necesitamos incorporar recursos externos a cualquier toma de decisiones, mientras acabamos bajo el control de los algoritmos ajenos y renunciamos a nuestra libertad. Vivimos en la ficción de estar hiperconectados e hipercomunicados, pero hemos perdido la privacidad y nos vamos instalando en la cultura del simulacro. Las máquinas inteligentes aparentemente nos dan soporte, pero en realidad nos van sustituyendo en todos los ámbitos, también y especialmente en el del trabajo.
Cada vez más dependientes, sumisos y subyugados, vamos deviniendo seres absolutamente previsibles y prescindibles. Las tecnologías digitales están reconfigurando de manera significativa el sentido de identidad, la experiencia de la intimidad y la capacidad de recurrir a la imaginación. Casi nada queda fuera del alcance de los medios digitales y todos los ámbitos productivos, sociales y personales se reescriben. La sociedad está aceptando como si fuera un impulso inevitable la incorporación constante y creciente de nuevos dispositivos y tecnologías a nuestra cotidianeidad, en una lucha continua por estar a la altura del factor novedad.