Desde el «Power to the people» de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, los procesos de participación ciudadana han experimentado una importante institucionalización. Se habla ya de un «imperativo deliberativo», «imperativo democrático» o, más ampliamente, de un imperativo participativo global que se concreta en un despliegue creciente de prácticas participativas. Ante esta inflación de iniciativas de participación ciudadana cabe preguntarse si la institucionalización de la deliberación y la participación ha revertido en mayores cotas de justicia social. Dicho de otra forma, interesa saber si los dispositivos de innovación democrática están pensados para que «entren todas» las personas, se reconozca la diversidad de capitales y se distribuya el poder de decidir.
Con acercamientos diversos, las autoras de este libro reflexionan acerca de estas cuestiones y explican qué elementos y estructuras de la práctica de la participación hacen que ésta corra el riesgo de reproducir los sistemas de dominación de género, clase social, raza, edad, sexualidad, etc.