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<p>«El mundo heterosexual –la sociedad azul, si se me permite—tiene una visión fantasmagórica, distorsionada, exagerada y pesimista de la sociedad homosexual rosa. En la ideología dominante, las prácticas perversas, incomprensibles y monstruosas (…) Pero, al leer este libro, lo primero que sorprende es la normalidad de la aparente anormalidad estigmatizada. Lo importante no es explicar que existe la estigmatización, sino cómo se produce exactamente, quién define las normas, qué pasa cuando las normas sociales se cumplen y como sufren las personas» —Jesús M. de Miguel</p> <p>Esto decía en su prólogo de <em>La sociedad rosa</em> hace treinta años cuando se publicó esta investigación sobre el mundo gay. Este libro analiza las transformaciones sufridas entre los años ochenta y principios de los noventa del s. XX por el universo homosexual español como consecuencia de la extensión del modelo gay y el proceso de disolución de la subcultura gay que provocó el sida. Se describe la manera en que los heterosexuales clasifican la homosexualidad y el modo en que los varones homosexuales se definen a sí mismos. Se detallan también los modos de iniciación y socialización en la red homosexual, así como el carácter de la interacción homosexual que acontece en las instituciones gays y en los espacios públicos. Finalmente, se critica el anacronismo de las diferentes categorías definitiorias de la homosexualidad masculina.</p> <p>Todos estos temas son abordados con la finalidad de explicar cómo se produce la estigmatización del colectivo. Treinta años después se reedita esta obra fundacional de los estudios LGBTI en el Estado español y podemos analizar que similitudes, diferencias y continuidades siguen existiendo.</p>
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<p>Ángel Cappa y Marcos Roitman conversan apasionadamente –a caballo entre el amor por el deporte de sus vidas y la pulsión crítica que siempre los acompañó– para desentrañar el solapado, y tantas veces contradictorio, binomio que forman fútbol y política.</p>
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<p>En una época marcada por los intentos frustrados de transformación social, y desde un afecto de desesperanza y cancelación del futuro, proliferan discursos que acusan a la izquierda de haber abandonado a la clase trabajadora y desatendido la politización de la cuestión social. La lucha de clases, los problemas económicos y las preocupaciones materiales habrían sido sustituidas por las políticas de la identidad y las luchas por el reconocimiento. Se señala una complicidad entre la llamada ‘izquierda cultural’ y el neoliberalismo. Y quienes han quedado excluidos de esta alianza progre reciben el nombre de los olvidados, los perdedores de la globalización, quienes quedaron en los márgenes en la América desindustrializada del Detroit, en la Francia periférica, en la España vacía o en la Inglaterra rural.</p> <p>Este ensayo se propone atender a la coartada reaccionaria que se esconde tras estos planteamientos. Los olvidados son presentados como una imagen en la que parece vivir aun cierta pureza y evidencia proletaria. Pero se trata de una superficie de inscripción de odios y resentimientos. Contrario a este conservadurismo sensible, necesitamos trazar nuevos imaginarios que den cuenta de la fragilidad identitaria de nuestras sociedades luego de la larga travesía que nos legó la derrota obrera del siglo pasado, y sus hilos latentes aún por descubrir.</p>
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<p>Cuando una sociedad se vuelve más próspera, ¿pierde otros valores? ¿Se desperdician las habilidades que la educación y la alfabetización dio a millones de personas en consumir cultura pop? ¿Los medios de comunicación nos obligan a entrar en un mundo de lo superficial y lo material, o pueden ser una fuerza para el bien? Cuando Richard Hoggart hizo estas preguntas en su libro de 1957 ‘Los usos del alfabetismo’, Gran Bretaña estaba experimentando un gran cambio social. Sin embargo, su obra histórica no ha perdido nada de su pertinencia y poder en la actualidad.</p> <p>Hoggart ofrece una visión fascinante de los valores estrechamente unidos que conforman las comunidades de la clase trabajadora del norte de Inglaterra y que están desapareciendo, y teje esta idea junto con sus puntos de vista sobre la llegada de una cultura de masas nueva y homogénea de influencia estadounidense.</p> <p>Este trabajo pionero examina los cambios en la vida y los valores de la clase trabajadora inglesa en respuesta a los medios de comunicación. Publicado por primera vez en 1957, trazó una nueva metodología en los estudios culturales basada en la interdisciplinariedad y una preocupación por cómo los textos, en este caso, las publicaciones masivas, están entretejidas en los patrones de la experiencia vivida. Mezclando experiencias personales con historia social y crítica cultural, ‘Los usos del alfabetismo’ anticipa el interés reciente en modos de análisis cultural que se niegan a esconder al autor detrás de la máscara de la técnica científica social objetiva. En su método y en su rica acumulación de detalles de la vida de la clase trabajadora, este volumen sigue siendo útil y absorbente.</p> <p>Mas allá de su éxito en ventas y de que acapara grandes titulares, este libro abrió una nueva área de estudio cultural y sigue siendo una lectura esencial, tanto como documento histórico así como análisis sobre la clase social, la pobreza y los medios de comunicación.</p>
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<p>¿Por qué el discurso de los valores de la familia fue fundamental para la revolución conservadora y de libre mercado de la década de 1980 y por qué ha seguido ejerciendo una influencia tan profunda en la vida política estadounidense y de otros países occidentales? ¿Por qué los neoliberales del libre mercado a menudo han hecho causa común con los conservadores sociales sobre la cuestión de la familia, a pesar de sus diferencias en todo lo demás?</p> <p>En este libro, Melinda Cooper desafía la idea de que el neoliberalismo privilegia el individualismo atomizante sobre las solidaridades familiares, así como la libertad contractual sobre el estatus heredado. En la tradición de las leyes de pobres de los países anglosajones, muestra cómo el espíritu liberal de la responsabilidad personal siempre ha estado respaldado por un imperativo más amplio de responsabilidad familiar y cómo esta inversión en las obligaciones de parentesco ha facilitado recurrentemente la alianza entre los liberales del libre mercado y los conservadores sociales.</p> <p>El neoliberalismo, argumenta, debe entenderse como un esfuerzo por revivir y traducir la tradición de las leyes de pobres a la lengua contemporánea de la deuda familiar. A medida que los políticos neoliberales impusieron recortes en los presupuestos de salud, educación y bienestar, identificaron a la familia como una alternativa total al Estado de bienestar. Y a medida que la responsabilidad del gasto deficitario pasó del Estado al hogar, las obligaciones de deuda privada de la familia se definieron como fundamentales para el orden socioeconómico.</p> <p>A pesar de sus diferencias, los neoliberales y los conservadores sociales han estado básicamente de acuerdo en que los lazos familiares deben ser fomentados y, más aún, hacerse cumplir, como contraparte necesaria de la libertad de mercado. Solo al restaurar la familia a su posición central en el proyecto neoliberal podemos entender la alianza política que define nuestro tiempo entre la economía de libre mercado y el conservadurismo social.</p>
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<p>La vida cotidiana atravesada por la clase está en constante remiendo. <em>Los rotos</em> son las personas de clase obrera, pero también los constantes destrozos de una existencia popular; las fracturas de una vida hostil, rota, como una kelly al final del turno. Roto como el ánimo de quien pierde dos horas cada día en el transporte público o en la sala de espera de un ambulatorio, sin esperanza de mejora; sin futuro. Rotos de dolor al enterrar a un compañero muerto en el tajo que se partió la cabeza al caérsele una lámina de hierro de 500 kilos o sufriendo el insomnio que provoca la incertidumbre por la proximidad de un ERE o la falta de carga de trabajo en una fábrica que no es tuya, pero te da de comer.</p> <p>Los rotos conllevan remiendos, zurcidos y repuestos. La clase obrera lo es porque está en continua fractura y reconstrucción. No hay nada estable, concreto e irrompible en la existencia de una vida trabajadora. Las grietas forman parte de la normalidad, son algo a lo que habituarse sin que esa sensación de fragilidad acabe por demoler la confianza. Zurcir es una forma artesana de paliar el paso de la existencia de la clase trabajadora, porque no hay vida humilde sin esa urdimbre visible. Esta obra es una visión personal, íntima y subjetiva de cómo el origen social influye en la vida de la clase trabajadora.</p>