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<p>Dedicamos miles de horas a trabajar, a hablar sobre el trabajo, a buscar trabajo, a prepararnos para trabajar, a ir y volver del trabajo, a descansar del trabajo para luego seguir trabajando, a quejarnos del trabajo o a fantasear con dejarlo. Nos hace enfermar y nos puede provocar la muerte, pero no tenerlo es aún peor: en el capitalismo la mayoría no podemos sobrevivir sin un empleo. El trabajo nos organiza la vida: ¿por qué entonces no tenemos ningún control sobre él?</p> <p>En este libro, que es dinamita en los cimientos de la cultura del esfuerzo, Horgan nos ayuda a ver qué trampas tiende el trabajo asalariado y nos empuja a imaginar un mundo sin jefes y sin horas extra, sin la miseria del empleo y sin la del desempleo. Un mundo en el que las decisiones, de una vez por todas, estén en manos de quienes trabajan.</p>
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<p>Desde la acumulación originaria y el cercamiento de las tierras comunales, desde la quema de brujas y el genocidio de los pueblos amerindios, hasta las políticas de ajuste estructural y el despótico gobierno de la deuda, el capitalismo se muestra tanto como un modo de producción que como un modo de destrucción.</p> <p>A partir de esta afirmación, Alliez y Lazzarato elaboran una contundente contrahistoria de la máquina de guerra Estado / Capital. La historia del capitalismo aparece así como con un continuo bélico. Pero no de una serie de guerras en particular (al modo de las que aparecen en los manuales de historia), ni tampoco de la guerra «como ausencia de paz», sino de una guerra civil, múltiple y constante: guerra de clases, de razas, de sexos y de subjetividades. Guerra también civilizatoria y colonial, que escinde y funda el orden interno y externo de las sociedades.</p> <p>Entender de este modo la guerra como una «multiplicación de divisiones» permite captar tanto la forma concreta en que opera el Capital como los procesos de resistencia y transformación social. De ahí que los autores se detengan en la Revolución francesa, en la Revolución de Haiti y en la Revolución rusa, pero también en el arco que va de las «guerras totales» de la primera mitad del siglo XX a las «guerras fractales» de principios del XXI.</p> <p>La comprensión de la guerra, sostienen los autores, es un arma estratégica, porque nos permite enfrentar las batallas decisivas; batallas para las que debemos prepararnos si no queremos hundirnos en esa continua derrota.</p>
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<p>Bajo un rey, un dictador o un tirano, ¿cómo es posible que tantas personas, pueblos o naciones enteras, se sometan a la voluntad de una minoría o incluso, a veces, bajo la de un solo hombre? ¿De dónde proviene su poder y su autoridad? No son dioses ni héroes; tampoco su naturaleza es distinta a la nuestra, sino que el poder que los sustenta es el que nosotros les damos: el sacrificio de nuestra libertad es la fuerza con que se nutren. En el momento en que cada uno de nosotros decida despojarles de ese privilegio, comprobaremos que caerán por su propio peso. Ni los Goliat son tan fuertes como nos parecen, ni nosotros, los David, tan débiles como nos presuponen.</p> <p><em>El Discurso de la servidumbre voluntaria</em>, de Étienne de La Boétie, es uno de los clásicos del pensamiento político renacentista cuya influencia llega hasta la posmodernidad. Empleando la retórica de los clásicos griegos y latinos, la presente obra es el primer tratado moderno que se ocupa de la cuestión de la dominación y del fundamento de la distancia que media entre siervo y tirano. La Boétie realiza la más bella llamada a revisar los cimientos de la política y a analizar nuestra función en ella, así como una magnífica defensa y loa a la libertad.</p>
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<p>Las convulsiones de finales de los sesenta y principios de los setenta se extendieron rápidamente por todos los sectores de la vida social y económica. Para conjurar la amenaza, las elites de los círculos empresariales idearon nuevas artes de gobierno que incluían la guerra contra los sindicatos, la primacía del valor accionarial y el destronamiento de la política.</p> <p>Sin embargo, el neoliberalismo no estuvo determinado por una simple «fobia al Estado» y por el deseo de liberar la economía de las injerencias gubernamentales. Al contrario, la estrategia consistió en un liberalismo autoritario en el que la liberalización de la sociedad iba de la mano de nuevas formas de poder: un «Estado fuerte» para una «economía libre» se convirtió en la nueva fórmula mágica de nuestras sociedades capitalistas.</p>
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<p>La vida cotidiana atravesada por la clase está en constante remiendo. <em>Los rotos</em> son las personas de clase obrera, pero también los constantes destrozos de una existencia popular; las fracturas de una vida hostil, rota, como una kelly al final del turno. Roto como el ánimo de quien pierde dos horas cada día en el transporte público o en la sala de espera de un ambulatorio, sin esperanza de mejora; sin futuro. Rotos de dolor al enterrar a un compañero muerto en el tajo que se partió la cabeza al caérsele una lámina de hierro de 500 kilos o sufriendo el insomnio que provoca la incertidumbre por la proximidad de un ERE o la falta de carga de trabajo en una fábrica que no es tuya, pero te da de comer.</p> <p>Los rotos conllevan remiendos, zurcidos y repuestos. La clase obrera lo es porque está en continua fractura y reconstrucción. No hay nada estable, concreto e irrompible en la existencia de una vida trabajadora. Las grietas forman parte de la normalidad, son algo a lo que habituarse sin que esa sensación de fragilidad acabe por demoler la confianza. Zurcir es una forma artesana de paliar el paso de la existencia de la clase trabajadora, porque no hay vida humilde sin esa urdimbre visible. Esta obra es una visión personal, íntima y subjetiva de cómo el origen social influye en la vida de la clase trabajadora.</p>
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<p>En una época marcada por los intentos frustrados de transformación social, y desde un afecto de desesperanza y cancelación del futuro, proliferan discursos que acusan a la izquierda de haber abandonado a la clase trabajadora y desatendido la politización de la cuestión social. La lucha de clases, los problemas económicos y las preocupaciones materiales habrían sido sustituidas por las políticas de la identidad y las luchas por el reconocimiento. Se señala una complicidad entre la llamada ‘izquierda cultural’ y el neoliberalismo. Y quienes han quedado excluidos de esta alianza progre reciben el nombre de los olvidados, los perdedores de la globalización, quienes quedaron en los márgenes en la América desindustrializada del Detroit, en la Francia periférica, en la España vacía o en la Inglaterra rural.</p> <p>Este ensayo se propone atender a la coartada reaccionaria que se esconde tras estos planteamientos. Los olvidados son presentados como una imagen en la que parece vivir aun cierta pureza y evidencia proletaria. Pero se trata de una superficie de inscripción de odios y resentimientos. Contrario a este conservadurismo sensible, necesitamos trazar nuevos imaginarios que den cuenta de la fragilidad identitaria de nuestras sociedades luego de la larga travesía que nos legó la derrota obrera del siglo pasado, y sus hilos latentes aún por descubrir.</p>
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<p>¿Por qué el discurso de los valores de la familia fue fundamental para la revolución conservadora y de libre mercado de la década de 1980 y por qué ha seguido ejerciendo una influencia tan profunda en la vida política estadounidense y de otros países occidentales? ¿Por qué los neoliberales del libre mercado a menudo han hecho causa común con los conservadores sociales sobre la cuestión de la familia, a pesar de sus diferencias en todo lo demás?</p> <p>En este libro, Melinda Cooper desafía la idea de que el neoliberalismo privilegia el individualismo atomizante sobre las solidaridades familiares, así como la libertad contractual sobre el estatus heredado. En la tradición de las leyes de pobres de los países anglosajones, muestra cómo el espíritu liberal de la responsabilidad personal siempre ha estado respaldado por un imperativo más amplio de responsabilidad familiar y cómo esta inversión en las obligaciones de parentesco ha facilitado recurrentemente la alianza entre los liberales del libre mercado y los conservadores sociales.</p> <p>El neoliberalismo, argumenta, debe entenderse como un esfuerzo por revivir y traducir la tradición de las leyes de pobres a la lengua contemporánea de la deuda familiar. A medida que los políticos neoliberales impusieron recortes en los presupuestos de salud, educación y bienestar, identificaron a la familia como una alternativa total al Estado de bienestar. Y a medida que la responsabilidad del gasto deficitario pasó del Estado al hogar, las obligaciones de deuda privada de la familia se definieron como fundamentales para el orden socioeconómico.</p> <p>A pesar de sus diferencias, los neoliberales y los conservadores sociales han estado básicamente de acuerdo en que los lazos familiares deben ser fomentados y, más aún, hacerse cumplir, como contraparte necesaria de la libertad de mercado. Solo al restaurar la familia a su posición central en el proyecto neoliberal podemos entender la alianza política que define nuestro tiempo entre la economía de libre mercado y el conservadurismo social.</p>
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<p>L’economia de plataforma ha guanyat un pes importantíssim en els darrers 10 anys i ha reemplaçat de forma gradual les grans empreses creades a mitjans del segle XX. Així com aquestes grans corporacions internacionals, com la General Motors, van definir el contracte social de postguerra a través d’acords negociats amb els sindicats i l’estat, avui aquestes noves empreses redefineixen de nou el contracte social de manera desfavorable per a la majoria de treballadors. Avui, els treballadors de la nova economia de plataformes es troben en una fase inicial d’organització que definirà les relacions laborals del futur.</p> <p>Aquests canvis plantegen grans reptes per a l’organització dels treballadors, però també per al conjunt de la societat. La intenció d’aquesta publicació és assenyalar molts d’aquests canvis; la formació d’un nou sindicalisme, la lluita pels drets individuals i col·lectius, les dades com un bé comú i el disseny institucional en són els més importants.</p>
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<p>De quins dispositius ens podem valdre per fer del món del treball, remunerat o no, un lloc compatible amb la llibertat i la dignitat humanes? L’assignació d’una renda bàsica incondicional pot actuar a tall de far per conquerir, avui, nivells superiors de llibertat individual i col·lectiva.</p> <p>El gir neoliberal del capitalisme ha suposat un aprofundiment de la dinàmica desposseïdora d’aquest sistema. Per si no fos prou, ens trobem davant d’una nova sacsejada, vinculada al desenvolupament tecnològic, que amenaça amb la destrucció de milions de llocs de treball. Així, no té gaire sentit lligar la supervivència de la gent exclusivament a una feina cada vegada més escassa i més precària. A més, qui ha dit que l’autorealització de les persones passa necessàriament pel treball assalariat?</p> <p>A <em>Llibertat incondicional</em>, David Casassas ens ofereix pistes per fer de les grans transformacions que vivim una oportunitat per prendre el control de les nostres vides. Perquè la renda bàsica suggereix que la nostra existència no està en venda, que hi ha importants línies vermelles que no s’haurien de creuar.</p>
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<p>¿Dónde están los límites entre lo que podemos hacer y lo que es <em>lícito </em>hacer? Quizá esta sea la gran pregunta que haya que plantearse antes de empezar a discutir sobre si la gestación subrogada es aceptable o no. En este breve y atinado ensayo, Layla Martínez nos da las claves para entender tan espinosa cuestión —orígenes, desarrollo, procesos médicos, control y mercantilización de los cuerpos—, y nos adentra en un interesante, imprescindible y controvertido debate sobre la reproducción por encargo.</p> <p>El texto que nos ofrece Layla Martínez pone sobre el tapete algunos conceptos —altruismo, deseo, clase social, racismo, colonialismo— para tratar de entender unas prácticas que nos venden como nuestro derecho y que no son mucho más que otra vuelta de tuerca de la explotación industrial de los cuerpos.</p>