<p>Lejos de cualquier discurso prepotente, moralizante o pseudo-insurreccionalista, este riguroso y esclarecedor texto sitúa los acontecimientos del otoño de 2005 en Francia (y su prolongación hasta la actualidad) dentro del proceso de desintegración social y reforzamiento del Estado-Leviatán iniciado en toda Europa. Y lo hace con la intención de abrir un debate real y proponer una perspectiva revolucionaria ante el chantaje político-mediático que ofrece, como opción ineludible, la elección entre la integración laica y democrática frente al comunitarismo étnico-religioso o pseudocultural.</p>
<p>Así pues, este ensayo nos ofrece mucho más que una historia de la revuelta de los suburbios o de la inmigración, ya que no se limita a dar las claves de varias décadas de evolución social (lo que ya es todo un logro en sí mismo), sino que propone orientaciones concretas para el presente y el futuro inmediatos. Desde su aparición, este texto se ha convertido en cita obligada para todo aquel que desee conocer sin distorsiones la realidad de los «suburbios» franceses.</p>
<p>Esta segunda edición amplía y actualiza las reflexiones de la primera, a la vez que aporta nuevos datos sobre la evolución del conflicto, más enconado que nunca; como anexo, además, incluye uno de los pocos escritos nacidos al calor de la revuelta, que concluye de forma tan sencilla como cruda: «Ya no tenemos nada que perder, preferimos morir rodeados de sangre que de mierda».</p>
<p><em>[…] La cuestión social por excelencia es la de la relación con el mundo. El aislamiento, la separación entre el individuo y la comunidad, son la condición misma del funcionamiento de la maquinaria capitalista. Para el capital es imperativo destruir, ya sea mediante la violencia directa o por medio de infames constreñimientos, cualquier forma de arraigo local, a imagen de los campesinos ingleses del siglo XVIII a los que obligó, a través de las enclosures (cercados), a abandonar el campo para engrosar las filas del ejército de reserva del salariado industrial. Desarraigados, privados del punto de apoyo de la comunidad rural, a los fabricantes textiles de Manchester y de Birmingham les servían igual para un roto que para un descosido. Ahora nos encontramos en una etapa en que ese proceso se ha globalizado bajo diversas formas, lo que significa que los incendios de los suburbios no plantean una cuestión de derechos, sino las cuestiones de la lucha social real, porque los jóvenes parados-de-por-vida y precarios que nacen y crecen en estas áreas de marginación no son el resultado de una injusticia particular, sino la condición de funcionamiento de un país capitalista avanzado. […]</em></p>