<p>En la d&eacute;cada de 1960, tres meses despu&eacute;s de que Adolf Eichmann fuera sentenciado a muerte en Jerusal&eacute;n por cr&iacute;menes contra la humanidad durante el r&eacute;gimen nazi, el psic&oacute;logo Stanley Milgram llev&oacute; a cabo una serie de experimentos que cambiaron para siempre nuestra percepci&oacute;n de la moral. Muy controvertidos en su momento, pero ahora fuertemente reivindicados por la comunidad cient&iacute;fica, estos experimentos trataban de determinar si Eichmann y su mill&oacute;n de c&oacute;mplices en el Holocausto solo estaban siguiendo &oacute;rdenes, y hasta qu&eacute; punto la gente obedece mandatos sin importar sus consecuencias. <em>Obediencia a la autoridad</em> ayuda a explicar c&oacute;mo la gente com&uacute;n puede cometer el m&aacute;s horrible de los cr&iacute;menes, ausent&aacute;ndose su sentido de la responsabilidad, si se encuentra bajo la influencia de una fuerte autoridad.</p> <p>Milgram resumir&iacute;a su investigaci&oacute;n de esta manera: &laquo;Los aspectos legales y filos&oacute;ficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre c&oacute;mo se comporta la mayor&iacute;a de la gente en situaciones concretas. Mont&eacute; un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cu&aacute;nto dolor infligir&iacute;a un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo ped&iacute;an para un experimento cient&iacute;fico. La f&eacute;rrea autoridad se impuso a los imperativos morales de los sujetos&raquo;.</p>