<p>[&hellip;] <em>Fue aquella minucia, una despreciable y rid&iacute;cula minucia, la causante de mi ruina, pues por su culpa perd&iacute; mi cargo en el Cuerpo de Inspectores de Pueblo, cargo que conlleva trienios y una ping&uuml;e jubilaci&oacute;n. Cada vez que me acuerdo de aquella cat&aacute;strofe siento el salvaje deseo de declararle la guerra a las minucias, de consagrar mi existencia a destruirlas, a borrarlas de la faz de la tierra, incluso a las m&aacute;s insignificantes, como era la que me perdi&oacute;, una minucia de nada, de aspecto completamente inofensivo y min&uacute;sculo tama&ntilde;o, tanto que de haber reparado en ella no me hubiera exigido el menor esfuerzo apartarla de mi camino.</em> [&hellip;]</p> <p>Con el t&iacute;tulo de Memorias de un se&ntilde;or bajito Rafael Azcona recogi&oacute;, a petici&oacute;n Mario Lacruz, director de la Enciclopedia Pulga (Ediciones G. P.), una serie de textos publicados por primera vez en la revista La Codorniz a mediados de los a&ntilde;os cincuenta. La edici&oacute;n que ahora presentamos, aunque ampliada y corregida por el autor, mantiene el aroma y el sabor de los escritos originales, y devuelve a los textos lo que la censura &mdash;y la autocensura&mdash; de aquel tiempo les hurt&oacute;. Con el paisaje de fondo de la sociedad espa&ntilde;ola de los 50, estas memorias, cargadas de una fin&iacute;sima iron&iacute;a, inequ&iacute;vocamente azconiana, relatan la peripecia vital de Juliano Fern&aacute;ndez, hombre normal donde los haya, al que le ocurren cosas normales y al que no dejan de cruz&aacute;rsele en el camino fen&oacute;menos paranormales. As&iacute; conoceremos los cuidados que este peculiar p&iacute;caro de posguerra, le brind&oacute; a su abuelo, sus incursiones en el mundo de la econom&iacute;a, sus cursos de ense&ntilde;anza por correo urgente, c&oacute;mo consigui&oacute; la Cruz del M&eacute;rito Agr&iacute;cola, en qu&eacute; consisti&oacute; su labor de Inspector de Tontos de Pueblo, lo que le depararon sus agridulces noviazgos o c&oacute;mo la carrera laboral de este antih&eacute;roe l&iacute;rico y bufonesco cristaliz&oacute; en una seria aversi&oacute;n al trabajo. En esta &eacute;poca en la que casi todas las manifestaciones culturales pasan por el supermercado (o por la subvenci&oacute;n) este libro nos sigue deparando, como entonces, aut&eacute;ntico humor de contrabando.</p>