<p>Esta emigraci&oacute;n de supervivencia ofrece a las se&ntilde;oras de la fresa oportunidades de emancipaci&oacute;n y autonom&iacute;a. Es &uacute;til a Espa&ntilde;a y Marruecos por medio de un deal que puede parecer inaceptable y plantea una cuesti&oacute;n &eacute;tica: mujeres contra fresas. &iquest;Las mujeres espa&ntilde;olas habr&iacute;an aceptado esas condiciones para recolectar las fresas? &iexcl;No! &iquest;Habr&iacute;an aceptado separarse de sus hijos durante tres meses o m&aacute;s? &iexcl;No! Se busc&oacute;, por tanto, no muy lejos, obreras d&oacute;ciles, con criterios muy estrictos para que estas indeseadas no permanecieran en territorio espa&ntilde;ol. &iquest;Puede imaginarse siquiera a miles de mujeres espa&ntilde;olas trabajando en los invernaderos de fresas por un salario miserable en una regi&oacute;n que se enriquece gracias a la comercializaci&oacute;n del oro rojo? Enseguida habr&iacute;an aparecido denuncias contra las condiciones de trabajo y alojamiento, contra la dureza del trabajo, y reivindicaciones salariales. &iquest;Qu&eacute; otro trabajo impone a los adultos una vida en colectividad sin el m&aacute;s elemental respeto al derecho a la intimidad? Los procesos de emancipaci&oacute;n no deben hacernos olvidar la precariedad y las condiciones de reclutamiento de estas mujeres, elegidas entre las m&aacute;s fr&aacute;giles, desde un punto de vista social, de su pa&iacute;s. Todos estos factores persiguen evitar la menor rebeli&oacute;n, la menor reivindicaci&oacute;n, por peque&ntilde;a que sea.</p>