<p class="MsoNormal">La idea b&aacute;sica de <em>LA DOMINACI&Oacute;N LIBERAL. ENSAYO SOBRE EL LIBERALISMO COMO DISPOSITIVO DE PODER</em><span> </span>surge en una coyuntura muy precisa jalonada por dos acontecimientos hist&oacute;ricos recientes: las jornadas de protesta de Seattle como momento emblem&aacute;tico de la edad de oro de la antiglobalizaci&oacute;n y el fracaso en t&eacute;rminos de eficacia pol&iacute;tica de las movilizaciones multitudinarias contra la guerra de Iraq. Si todav&iacute;a el altermundialismo de Seattle pod&iacute;a creer en la democracia realmente existente y en las posibilidades que supuestamente brindaba para salir del neoliberalismo o para cuando menos paliar sus efectos, la brutalidad de la reimposici&oacute;n del orden que tuvo lugar despu&eacute;s del 11 de septiembre con la generalizaci&oacute;n del estado de excepci&oacute;n antiterrorista y las sucesivas cruzadas en nombre de la seguridad, la democracia y los derechos humanos en Afganist&aacute;n e Iraq disip&oacute; muchas de las ilusiones que entonces se hab&iacute;an fraguado. En nombre de los derechos humanos y de la libertad, las detenciones arbitrarias, la tortura y la guerra colonial se convirtieron en pr&aacute;cticas &ldquo;normales&rdquo;. El absoluto desprecio de los gobiernos por el rechazo a la guerra de Iraq manifestado por sus poblaciones revel&oacute; a quien a&uacute;n lo necesitara que la democracia no figuraba en el orden del d&iacute;a de los gestores mundiales del capital.</p> <p class="MsoNormal">Vivimos en el mundo de los c&iacute;clopes, que Homero describe como sigue: &ldquo;No tienen &aacute;goras donde se re&uacute;nan para deliberar, ni leyes tampoco, sino que viven en las cumbres de los altos montes, dentro de excavadas cuevas; cada cual impera sobre sus hijos y mujeres y no se entrometen los unos con los otros&rdquo;. No hay m&aacute;s bella definici&oacute;n del orden neoliberal que esa ausencia de leyes y de espacio p&uacute;blico unida a la tiran&iacute;a que rige la esfera privada. En este orden de cosas, Ulises dice al c&iacute;clope Polifemo que se llama &ldquo;nadie&rdquo;, &ldquo;oudeis&rdquo;: &ldquo;Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compa&ntilde;eros todos&rdquo;. Juan Nadie, <strong>John Brown</strong>, Iohannes Maurus, Oudeis comparten una misma identidad para eludir el destino que enuncia la sentencia de Wittgenstein: &ldquo;de lo que no se puede hablar, m&aacute;s vale callar&rdquo;.</p>