<p>El Irresponsable nos muestra, desde una literatura original, cercana a los autores malditos, los entresijos de un mundo patas arriba visto desde una perspectiva revolucionaria. &quot;Una sola boca que habla y much&iacute;simos o&iacute;dos, con un n&uacute;mero menor de manos que escriben: tal es el aparato acad&eacute;mico exterior, tal es la m&aacute;quina cultural puesta en funcionamiento. Por lo dem&aacute;s, aquel a quien pertenece esa boca est&aacute; separado y es independiente de aquellos a quienes pertenecen los numerosos o&iacute;dos; y esa doble autonom&iacute;a se elogia entusiastamente como libertad acad&eacute;mica. Por otro lado, el profesor -para aumentar todav&iacute;a m&aacute;s esa libertad- puede decir pr&aacute;cticamente lo que quiera, y el estudiante puede escuchar pr&aacute;cticamente lo que quiera: s&oacute;lo que, a respetuosa distancia, y con cierta actitud avisada de espectador, est&aacute; el Estado, de ese extra&ntilde;o procedimiento consistente en hablar y en escuchar.&quot; El Estado como objetivo: la aceptaci&oacute;n generalizada de la coacci&oacute;n estatal como prop&oacute;sito y la interiorizaci&oacute;n progresiva del principio de autoridad en que se funda como premisa... He aqu&iacute; la finalidad m&aacute;s notoria del aparato educativo (...).</p>