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<p><em>La Madeja</em> vuelve un año después con algunos cambios. El más importante, quizás, es que abandonamos las secciones para hacer números monográficos. Hemos elegido como punto de encuentro, para empezar, el tema del cuerpo.</p> <p>El cuerpo, así, sin más indicaciones, el cuerpo como significante abierto, dispuesto a llenarse de diferentes significados. Ésa ha sido nuestra intención al invitar a algunas personas que, desde distintos posicionamientos teóricos y sobre todo vitales, trabajan sobre/desde/en/a través del cuerpo. Así, en este nuevo número podemos encontrar un buen muestrario de cuerpos: cuerpos, presencia y voz que buscan hacer un hueco a las palabras, cuerpos de mujeres que envejecen, cuerpos atravesados por un sistema que los niega y los objetiviza, cuerpos de mujeres que buscan hacerse grandes a través del placer, cuerpos que son nombrados fuera de la lógica de la supuesta normalidad, cuerpos de mujeres fotografiados en las cárceles de Argentina, cuerpos masculinos que reflexionan sobre su cuerpo, sobre el lenguaje que lo narra, cuerpos que habitan las guerras, cuerpos que dialogan con la palabra poética, cuerpos de otros continentes, cuerpos que bailan, cuerpos que resisten, cuerpos que se encuentran frente a los espejos, cuerpos herejes, cuerpos que se adornan, cuerpos doloridos, cuerpos que dan a luz, cuerpos que dan luz… Cuerpos.</p>
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<p>Gays y lesbianas han logrado cotas de igualdad hasta hace poco inimaginables. Ha llegado el momento de preguntarse cuáles han sido los peajes que se han pagado para llegar a ella y a quién se ha dejado por el camino. El autor concluye que el precio a pagar por la integración ha sido presentarse como fieles seguidores del género normativo, convencer de que se trata de grupos específicos cuyas demandas no cuestionan el orden social y apelar a la falta de agencia, argumentando que no han podido hacer nada para remediar su homosexualidad.</p> <p>Por el camino se ha tratado de esconder a los gays afeminados y a lesbianas ‘demasiado’ masculinas, y se ha dejado atrás a las personas trans, considerando que daban mala imagen al colectivo. De hecho, se puede sostener que lesbianas y gays han conseguido el reconocimiento social a costa del colectivo trans, que continúa patologizado y estigmatizado.</p> <p>El libro se basa en el análisis de los discursos en torno a la homosexualidad y la transexualidad de la religión, la ciencia, la política, el activismo LGTB y de personas lesbianas, gays y trans. Estos discursos se van entretejiendo, formando un panorama complejo, lleno de ambivalencias y paradojas en el marco del cual trans, gays y lesbianas tratan de buscar sentido a sus vidas y encontrar una voz propia.</p> <p>«Se trata de un excelente ejemplo de proyecto de investigación en el que hay una continua y sólida interacción entre la exploración teórica y la investigación aplicada, de forma que una enriquece y refuerza la otra. El resultado es un libro genuino y que supone una contribución significativa al conocimiento sobre los significados y la situación de la diferencia sexual en el mundo contemporáneo.»</p> <p>Jeffrey Weeks, El malestar de la sexualidad</p>
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<p>La performatividad es un concepto relativamente reciente. J. L. Austin lo introdujo en la filosofía del lenguaje en la década de los cincuenta para designar aquellas expresiones que, en las circunstancias apropiadas, hacen justo aquello que dicen que hacen (como cuando alguien exclama «te lo prometo»). Desde entonces ha sido sometido a intensos procesos de discusión, crítica y resignificación que lo han conducido a terrenos de reflexión teórica, filosófica y política progresivamente alejados de su contexto originario. </p> <p>Este libro explora, entre todos los trayectos posibles en el interior de estos debates, el modo en que la preocupación de Austin por comprender cómo hacemos cosas con palabras llegó a derivar en lo que Judith Butler, como feminista, como filósofa y como teórica queer, hace con la performatividad. </p> <p>Con este fin se atiende, en primer lugar, a un contexto genealógico en el que confluyen trabajos y discusiones explícitas sobre la performatividad lingüística (como los de Jacques Derrida, Jonathan Culler o Shoshana Felman) junto a la obra de otros autores que, si bien no la tratan explícitamente, hacen posible su particular recepción por parte de Butler, como Michel Foucault. </p> <p>En segundo lugar, se trata de entender la reformulación de la performatividad en el ámbito de las identidades sexuales y genéricas, con la que Butler desplaza género y sexo del conjunto de las cosas que somos al orden de las cosas que hacemos. Las relaciones entre cuerpo y lenguaje, materia y textualidad, sexo y género sufren así una transformación con efectos de largo alcance sobre la filosofía, los estudios de género y las políticas identitarias. </p> <p>El intercambio de críticas entre Butler y autores como Seyla Benhabib, Nancy Fraser o Pierre Bourdieu contribuye a entender parte de esos efectos, y también a profundizar en algunas de las prioridades políticas de nuestra autora: la resistencia a los efectos excluyentes de la normatividad genérica y, en particular, del sistema «dos sexos, dos géneros», en dirección a una versión más abierta, inclusiva y proliferante de la identidad.</p>
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<p>Esto no es un libro. Es un interruptor. Un dispositivo que corta la corriente. Y que a la vez permite que algo se ponga en marcha, que algo se encienda. Me gustaría que la lectura de este libro supusiera un «clic», un chispazo que interrumpiera una cadencia de mierda, una bajada de tensión en el movimiento LGTBQ que debe terminar cuanto antes. Y que se encendiera otra forma de hacer las cosas y de comportarnos como maricas, lesbianas y trans frente a la sociedad y las propias tendencias involucionistas que anidan entre nosotros. Si esto no pasa, este libro no habrá funcionado.</p>