<p>El proceso de ampliaci&oacute;n de la Uni&oacute;n Europea y de apertura de las fronteras interiores, en los &uacute;ltimos a&ntilde;os, ha ido acompa&ntilde;ado de una creciente bunquerizaci&oacute;n de las fronteras exteriores y un reguero de muertes entre quienes no tienen otra opci&oacute;n de supervivencia que arriesgar la vida para entrar en Europa. Para cerrar el paso a las masas empobrecidas del Sur y del Este o para regular el flujo de sin papeles adapt&aacute;ndolo a las necesidades del mercado negro de trabajo -uno de los pilares del &quot;mercado libre&quot;-, la UE no ha dudado en recurrir a legislaciones de control cada vez m&aacute;s autoritarias, a las tecnolog&iacute;as m&aacute;s sofisticadas, a la militarizaci&oacute;n de las fronteras y tambi&eacute;n a los m&eacute;todos m&aacute;s abyectos de chantaje para externalizar la responsabilidad del control de la emigraci&oacute;n procedente de terceros pa&iacute;ses a los pa&iacute;ses colindantes con la UE. Los centros de internamiento de emigrantes -esos limbos legales que podr&iacute;amos considerar los &quot;Guant&aacute;namos&quot; europeos-, la colaboraci&oacute;n policial y militar a trav&eacute;s de la agencia europea Frontex, junto con los acuerdos bilaterales de repatriaci&oacute;n a cambio de ayuda al desarrollo y cupos de contratos de trabajo para emigrantes son los tres ejes principales de la pol&iacute;tica migratoria europea. El Estado espa&ntilde;ol se ha convertido en uno de los paladines de esta pol&iacute;tica y, junto con Italia y Grecia, en uno de los guardianes de la Frontera sur.</p>