<p>Si el manicomio parec&iacute;a un campo de concentraci&oacute;n, los dispositivos territoriales se parecen a una f&aacute;brica, donde el psiquiatra es el t&eacute;cnico especialista de la cadena de producci&oacute;n humana, y el enfermo la m&aacute;quina biol&oacute;gica rota que hay que arreglar, no con la palabra sino con los f&aacute;rmacos. Estos lugares, destinados a acoger el sufrimiento mental, se han vuelto las fortalezas de una renacida cultura del manicomio. Esta reconstrucci&oacute;n de la larga lucha contra el concepto mismo de manicomio llega, sin embargo, a la conclusi&oacute;n de que hoy m&aacute;s que nunca se necesita una nueva revoluci&oacute;n contra todo encierro humano. &quot;Queremos ser psiquiatras, pero sobre todo personas comprometidas, militantes. Cuando decimos no al manicomio, decimos no a la miseria del mundo&quot;. (Franco Basaglia)</p>