<p><font class="txparrafo">«Samaniego [Laguardia, Álava, 1745-1801], sobrino del Conde de Peñaflorida y uno de los fundadores de la Sociedad Económica Vascongada, se había educado en Francia. […] Pero no era propagandista, y se contentó con ser poeta licencioso al modo de La Fontaine, pues sabida cosa es que los fabulistas, como todos los moralistas laicos, han solido ser gente de muy dudosa moralidad. Compuso, pues, Samaniego, aparte de sus fábulas, una copiosa colección de cuentos verdes, que algunos de sus amigos más graves (mentira parecería si no conociéramos aquel siglo) le excitaban a publicar, y que todavía corren manuscritos o en boca de la gente por tierras de Álava y La Rioja». Marcelino Menéndez y Pelayo, <i>Historia de los heterodoxos españoles</i>, Libro VI. <br />
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Presentamos de nuevo, y lo haríamos cuantas veces hiciera falta, una selección de las inolvidables narraciones eróticas, jocosas y deslenguadas de tan ilustre y libertino escritor, editadas por Alfonso Martínez Galilea (Logroño, 1959) e ilustradas por Javier Jubera García (Logroño, 1982). Una lectura fresca y acalorada a la par que saludable. <br />
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«Gracia, naturalidad, colorido y algo de sal gorda es lo que pueden encontrar en estos Veintidós cuentos picantes protagonizados por frailes, monjas, viudas, malmaridadas y algún obispo, que acaban de llegar a los escaparates. […] Si alguna vez se han preguntado, como también los neoclásicos lo hicieron en su tiempo, si la poesía sirve para algo, poemas como “El reconocimiento”, “El cañamón” o “Las bendiciones de aumento” les alegrarán, sin tienen, los humores, les levantarán, de paso, la moral y les darán una respuesta: la poesía sirve también para divertirse». José Ignacio Foronda, <i>Imagina</i>, La Rioja. </font></p>