<p><i>Tantas l&aacute;grimas han corrido desde entonces</i> (Barcelona, ed. Montesinos, 155 p&aacute;ginas), es como un puzzle delicad&iacute;simo escrito desde la mirada y los recuerdos, envueltos en la incertidumbre que les es consustancial, de unos personajes de abajo. Pedazos de vida, siempre desde el enfoque de lo nimio y lo cotidiano, pero que van plasmando progresivamente la historia universal de todos los exiliados, de antes y de ahora, de quienes salieron a ra&iacute;z de la derrota republicana de 1939, de quienes salieron despu&eacute;s, acuciados por el silencio impuesto por la dictadura y el hambre, de quienes salen ahora de &Aacute;frica, con los mismos sue&ntilde;os de vida mejor, r&aacute;pidamente segados.<br /> <br /> La fragmentaci&oacute;n de los diversos tiempos vividos por los personajes permite, p&aacute;gina tras p&aacute;gina, recomponer una epopeya sencilla, la de los que se exiliaron, sin saber acaso que iba a ser imposible el regreso.<br /> <br /> La novela avanza gracias a la subjetividad de unos cuantos personajes, un grupo de exiliados espa&ntilde;oles que compartieron un tiempo &quot;la casa del canal&quot;, en Orange. Se yuxtaponen los recuerdos, se responden, se confirman, en un doble movimiento de ida y vuelta: de &quot;los buenos tiempos&quot; (que nunca fueron buenos) al presente, y de Los Yesares, lugar de partida, el pueblo de los maquis, hasta Orange, la ciudad francesa que les acogi&oacute; mal que bien, pero que parad&oacute;jicamente ahora est&aacute; en manos de la ultraderecha. Al lector se le invita a reconstruir la historia de estos personajes poco a poco, en una espiral narrativa que refleja el procedimiento mismo de la memoria, a&ntilde;adiendo cada vez un detalle, corrigiendo algo, etc.<br /> <br /> El acontecimiento que desencadena este derroche de recuerdos es la muerte de Teresa, la madre de Alfons y Claudio (como personajes de la novela), a los 90 a&ntilde;os, y su entierro en Los Yesares, como si con esa muerte, todos los recuerdos vinculados a la historia com&uacute;n de la difunta con el resto del grupo fueran a desaparecer, como si recordar fuera el &uacute;nico homenaje posible, la &uacute;nica manera de no zozobrar del todo.</p>