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<p>De la emancipación de la servidumbre a las herejías subversivas, un hilo rojo recorre la historia de la transición del feudalismo al capitalismo. Todavía hoy expurgado de la gran mayoría de los manuales de historia, la imposición de los poderes del Estado y el nacimiento de esa formación social que acabará por tomar el nombre de capitalismo no se produjeron sin el recurso a una extrema violencia. La acumulación originaria exigió la derrota de los movimientos campesinos y urbanos, que normalmente bajo la forma de la herejía religiosa reivindicaron y pusieron en práctica diversos experimentos de vida comunal y reparto de la riqueza. Su aniquilación abrió el camino a la formación del Estado moderno, la expropiación y cercado de las tierras comunes, la conquista y expolio de América, la apertura del comercio de esclavos a gran escala y una guerra contra las formas de vida y las culturas populares que tomó a las mujeres como su principal objetivo.</p> <p>Al analizar la quema de brujas, Federici no sólo desentraña uno de los episodios más inefables de la historia moderna, sino el corazón de una poderosa dinámica de expropiación social dirigida sobre el cuerpo y la reproducción femenina. Ésta constituye a un tiempo el acta de nacimiento de nuestra época como el registro de unas voces imprevistas (las de los subalternos: Calibán y la bruja) que todavia hoy resuenan con fuerza en las luchas que resisten a la continua actualización de la violencia originaria.</p>
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<p>Las últimas décadas, periodo de neoliberalismo y de giro autoritario de las formas de gobierno, han venido igualmente marcadas por una creciente violencia contra las mujeres. Los asesinatos sistemáticos de Ciudad Juárez se han convertido en un ensayo a escala planetaria, desbordándose allí donde el Estado se ha descompuesto en sus tradicionales funciones soberanas. El capitalismo exacerbado, producto de una modernidad-colonialidad nunca superada, se descarga ahora en las nuevas guerras contra las mujeres, destruyendo la sociedad al tiempo que sus cuerpos.</p> <p>Comprender este nuevo giro violento del patriarcado, que Segato considera acertadamente la primera estructura de dominación en la historia de la humanidad, implica desplazarlo «del borde al centro».</p> <p>De acuerdo con la autora, sólo a partir de una revitalización de la comunidad y de una repolitización de lo doméstico será posible detener el femigenocidio hoy en marcha. Se juega en ello nada menos que el futuro de la humanidad.</p>
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Sin stock<p>Los debates en torno a la masculinidad y la creación de ­grupos de hombres, han carecido hasta ahora de una revisión crítica sobre su verdadero alcance transformador. En ­Masculinidades y feminismo, se cuestiona la noción, a priori positiva, de nuevas masculinidades. </p> <p>Por lo general, estas se componen de adultos heterosexuales, de clase media blanca y con núcleos familiares heteronormativos que, a menudo, excluye a las masculinidades homosexuales, afeminadas, trans*, menores o adolescentes, migrantes, personas mayores o mujeres masculinas. <br /> <br /> En la práctica, nos encontramos ante grupos autoreferenciales que enfatizan cada vez más la propia identidad masculina, en lugar de ahondar en las relaciones de poder o el diálogo con el feminismo. Esto muestra cómo el hombre sigue viéndose y mirándose como principio y fin, superhéroe en el campo de la lucha por la igualdad. Asimismo, la ficción entre nueva y vieja masculinidad, sustituye a la comprensión del desarrollo histórico de la dominación patriarcal por una difusa división generacional. <br /> <br /> La supuesta e insuficiente asunción de roles en campos como la paternidad o las tareas domésticas, oculta la profunda desigualdad de género existente en lo social, y el hecho de que los hombres seguimos monopolizando los espacios de socialización, sin renunciar a nuestros privilegios en el trabajo, los movimientos sociales, etc. <br /> <br /> La pregunta es si se puede acabar con la desigualdad sin acabar también con la masculinidad y, por lo tanto, si esta debe reformarse, transformarse o abolirse. </p>
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<p>Los medios conservadores presentan a las feministas como mujeres antihombres, siempre enfadadas. Pero muy al contrario, el feminismo ha logrado mejorar la vida de todas las personas. Gracias al feminismo, todos vivimos de forma más igualitaria: en el trabajo y en casa, en nuestras relaciones sociales y sexuales. Gracias al feminismo, la violencia doméstica ya no es un secreto, se ha normalizado el uso de anticonceptivos y todos somos un poco más libres.<br /> <br /> No obstante, el feminismo quería mucho más que la igualdad entre hombres y mujeres. Cuando hablaba de hermandad entre mujeres, quería superar las fronteras de clase y raza, transformar el mundo de raíz. El feminismo es antirracista, anticlasista y antihomófobo o no merece ese nombre. Muchas mujeres blancas hacen uso del feminismo para defender sus intereses pero no mantienen este compromiso con las mujeres negras, precarias y lesbianas; eso no es feminismo.<br /> <br /> Tanto daño hace al movimiento una mujer que reproduce el sexismo como aporta un hombre feminista. El feminismo es para las mujeres y para los hombres. Necesitamos nuevos modelos de masculinidad feminista, de familia y de crianza feminista, de belleza y de sexualidad feminista. Necesitamos un feminismo renovado que explique con palabras sencillas que pretendemos superar el sexismo y colocar el apoyo mutuo en el centro. Eso es el feminismo. Y ese es el objetivo de este libro</p>
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<p>La victimización de las mujeres es inseparable del rol histórico que se les ha atribuido en relación con la violencia. Reducir su papel al de cuidadoras u objetos de protección por parte de los hombres ha servido para criminalizar y castigar como monstruosa toda desviación de esa denominada «condición femenina». Mediante la ley y las instituciones, y desde los medios de comunicación y las propias relaciones sociales, se articula y se transforma una norma de género que castiga a quienes la transgreden. <em>Putas e insumisas</em> no solo cuestiona este escenario de opresión, sino que reivindica la autonomía y la capacidad de autodefensa individual y colectiva, desmitificando la relación social e imaginaria que dibuja a las mujeres como seres pasivos. Las mujeres recibimos... pero también repartimos.</p>
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<p>Marx entendió el capitalismo como una etapa necesaria para llegar a una sociedad sin clases en un mundo sin escasez. Fascinado por la potencia productiva del capitalismo industrial que tan ferozmente combatía, dejó de lado la explotación del trabajo no asalariado, el trabajo no pagado de las mujeres dedicado a la reproducción de la mano de obra; un trabajo que consideraba natural y arcaico. Estas dos limitaciones del trabajo teórico de Marx marcaron en enorme medida el desarrollo de las teorías y luchas marxistas, centradas desde entonces en la fábrica y casi siempre magnetizadas por el fetichismo tecnológico.<br /> <br /> Silvia Federici y otras feministas de los años setenta, tomando a Marx pero siempre más allá de Marx, partieron de su idea de que "el capitalismo debe producir el más valioso medio de producción, el trabajador mismo". A fin de explotar esta producción se estableció el patriarcado del salario. La exclusión de las mujeres del salario otorga un inmenso poder de control y disciplina a los varones a la vez que esvaloriza e invisibiliza su trabajo. Esta invisibilización no solo es útil para explotar el gigantesco ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo. Al mismo tiempo, y al igual que la desvalorización de otras muchas figuras (esclavos, colonizados, migrantes), sirve al capitalismo en su principal objetivo: construir un entramado de desigualdades en el cuerpo del proletariado mundial que le permita reproducirse.</p>
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<p>En "Vivir una vida feminista" Sara Ahmed muestra cómo la teoría feminista se genera a partir de la vida cotidiana y las experiencias ordinarias de ser feminista. En este texto, Ahmed busca hacer una intervención sobre el feminismo académico, al tiempo que tiene un pie fuera de la academia tras su dimisión de Goldsmith College en 2016. Siguiendo el legado feminista negro, ofrece una reflexión poética y personal crítica con el distanciamiento del mundo que se critica, nos llama a nombrar y fijarnos en los problemas, como por ejemplo el acoso sexual, y dar un chasquido feminista que nos guíe en la transformación de este mundo. Tras hacer una fenomenología queer, cuestionar las miradas reduccionistas del “hogar”, cuestionar y derribar “lo postrracial”, y renegar de la “felicidad” como forma de monitorizar y controlar el sexo y el género, Ahmed incorpora toda esta experiencia en un libro que señala y reivindica el papel de la feminista aguafiestas. Nos llama a inventar soluciones creativas, como crear sistemas de apoyo que nos ayuden a sobrevivir a las experiencias devastadoras del racismo y sexismo. Incluye un kit de supervivencia aguafiestas y un manifiesto aguafiestas, que cierran su propuesta y que nos ofrecen herramientas prácticas para vivir una vida feminista, fortaleciendo los lazos entre la teoría feminista y vivir una vida feminista.</p>
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<p>Filósofas, rebeldes, activistas: este libro gráfico cuenta la historia del feminismo en el contexto euro-norteamericano desde la Antigüedad hasta nuestros días. En sus páginas no sólo se abordan sus principales figuras, sino también importantes debates feministas,como, por ejemplo, la igualdad de derechos, el trabajo doméstico, el amor libre, la identidad y la diferencia, o las principales corrientes en lo relativo al género, cada uno en su respectivo contexto histórico.</p> <p>De este modo, el lector tendrá claro que el feminismo no tiene un contenido concreto, establecido, sino que es la contribución activa de las mujeres a los debates sociales de su tiempo, y que sus temas e inquietudes van cambiando conforme a cómo lo hace el propio movimiento femenino. Ya se trate de místicas medievales, filósofas de la Edad Moderna, juristas contemporáneas o activistas radicales, todas ellas tienen en común su amor por la libertad femenina. Su ejemplo pone de manifiesto que el feminismo no es algo que se pueda «aprender», sino el reto de tener una opinión propia y de asumir su responsabilidad. Pero para ello es importante conocer la historia y buscar inspiración en los debates del pasado.</p>
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<p>Este volumen recoge el material (documentos, panfletos, octavillas, crónicas) elaborado por el Comité de Salario para el Trabajo Doméstico de Nueva York, una organización feminista autónoma que, entre 1973 y 1977, se movilizó para exigir que el Estado pagase el trabajo doméstico. Nunca llegó a reunir más de 15 ó 20 mujeres pero formaba parte de una gran campaña internacional y tenía el apoyo de un círculo más amplio de simpatizantes. Con los escasos recursos que tenía al alcance para perseguir sus objetivos, el Comité de Nueva York tuvo un importante papel en la política feminista de Estados Unidos.</p> <p>Contribuyó a desarrollar la conciencia de la importancia del trabajo doméstico en la sociedad capitalista; colaboró en la formación de grupos de Salario para el Trabajo Doméstico en otras zonas del país, sobre todo en el noreste. Dio visibilidad a la campaña Salario para el Trabajo Doméstico en los medios de comunicación y en las calles y cuando, a finales de los años setenta, el gobierno y los medios de comunicación empezaron a atacar a las mujeres receptoras de subsidios sociales, el Comité se levantó para defenderlas, organizó una conferencia en 1976 y una manifestación contra los recortes sociales. De manera retrospectiva, podemos decir que al igual que la campaña de la que formaba parte el Comité de Nueva York constituyó una alternativa al feminismo establecido, y sirvió para introducir la «cuestión doméstica» en la agenda política, algo que ningún colectivo había hecho anteriormente. Esta es una de las razones por las que decidí publicar los materiales creados por el colectivo, que aún persisten, junto con las piezas informativas que en su día publicaron los medios para cubrir nuestra actividad. Otra de las razones es que en Europa y en Estados Unidos hay un claro interés renovado por Salario para el Trabajo Doméstico, obviamente estimulado por la precarización o incluso la desaparición de diversas formas de trabajo asalariado y por la creciente crisis reproductiva, que nos está obligando a reconsiderar el hogar y el barrio como campos de batalla y de recomposición política.</p> <p>Desafortunadamente, el material que se incluye en este libro solo representa una parte de lo que hicimos. Parte de mi colección personal se ha perdido y no he podido localizar a todas las mujeres que participaron en el colectivo. Por eso este libro no ha podido ser un trabajo colectivo y la historia que en él se cuenta refleja ante todo mi concepción de lo que significó el Comité y lo que consiguió. Aún así, espero que la descripción de nuestra historia y actividades no discrepe demasiado de lo que habrían escrito otras compañeras y que, a pesar de sus limitaciones, este libro sea de utilidad para la nueva generación de feministas que sigue enfrentándose a muchos de los problemas que inspiraron la campaña original de Salario para el Trabajo Doméstico. Este libro se lo dedico a ellas.</p>
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<p>«Ser feminista es la única opción decente en nuestro mundo. En un contexto en el que el género determina una desigualdad estructural, la neutralidad no es una opción realista: o se está contra el patriarcado o se contribuye más o menos activamente a perpetuarlo. Y aunque hay muchas formas de interpretar esta afirmación, cualquiera que se defina como feminista estará de acuerdo en algo: en un mundo feminista tus genitales no determinarían tu destino.»</p> <p>La presente obra es el resultado de la colaboración de mujeres que han volcado su vida y su dedicación profesional al estudio, la comprensión y la divulgación del feminismo. Es un grano de arena más que se suma al esfuerzo de millones de mujeres, sobre todo, y de hombres por visibilizar uno de los mayores problemas y retos con los que se ha enfrentado la sociedad desde los orígenes hasta nuestros días: la desigualdad por razón de género.</p>