<p>A pesar de la amnesia pol&iacute;tica propiciada por la Transici&oacute;n espa&ntilde;ola y de la actual campa&ntilde;a de recuperaci&oacute;n de la figura del rey y de la Monarqu&iacute;a como supuestos garantes de la democracia, en los &uacute;ltimos tiempos se han multiplicado las manifestaciones antimon&aacute;rquicas y, en general, el cuestionamiento del estatus y la legitimidad del rey y la familia real. Las campa&ntilde;as de repulsa a la monarqu&iacute;a, la quema de fotos de Juan Carlos I o los juicios a diversos medios de comunicaci&oacute;n por mofarse del actual jefe del Estado y su familia han vuelto a poner el r&eacute;gimen mon&aacute;rquico en tela de juicio, m&aacute;s de tres d&eacute;cadas despu&eacute;s de que sucediera al dictador Francisco Franco. Sin embargo, se acostumbra a presentar la Rep&uacute;blica como &uacute;nica alternativa posible a la Monarqu&iacute;a, teniendo siempre como referencia una imagen edulcorada del pasado reciente republicano. Las evocaciones a la Primera y Segunda Rep&uacute;blica espa&ntilde;olas tienden a olvidar que, a pesar de los avances que supusieron en materia social o del r&eacute;gimen de libertades generales, los gobiernos republicanos espa&ntilde;oles no pasaron de ser reg&iacute;menes parlamentarios sin vocaci&oacute;n real de acabar con las profundas desigualdades econ&oacute;micas imperantes en el Estado espa&ntilde;ol. Tal como analiza Jos&eacute; Iglesias en este breve ensayo, los llamamientos en pos de una Tercera Rep&uacute;blica espa&ntilde;ola y otros proyectos republicanos como el preconizado por Julio Anguita no dejan de ser, en lo fundamental, intentos de constituir un r&eacute;gimen similar a las democracias parlamentarias europeas, es decir, un r&eacute;gimen como el que ya padecemos pero sin la figura del rey. En ninguno de estos proyectos se cuestionan las estructuras de propiedad y de reparto de la riqueza, ni los mecanismos de decisi&oacute;n, por lo cual no pueden ser alternativa para nadie que aspire a un cambio radical respecto a las bases del sistema actual. El autor apunta en la direcci&oacute;n del municipalismo como horizonte inmediato de transformaci&oacute;n hacia una sociedad descentralizada, con formas de democracia directa y donde se favorezca la econom&iacute;a local, para poder superar la crisis econ&oacute;mica y ecol&oacute;gica hacia la que nos arrastra el capitalismo.</p>