-
<p>En enero de 1907, cuando solo tenía veintiún años, Natacha Klimova fue condenada a muerte por participar, junto a otros miembros del movimiento maximalista, en un atentado contra el ministro del Interior del régimen zarista. La pena fue conmutada por cadena perpetua, pero antes, mientras esperaba la sentencia, Klimova había escrito a su familia una extensa carta que acabó publicada en la prensa y que conmovió a buena parte de la sociedad rusa.</p> <p>La historia de Natacha Klimova no había hecho más que empezar. Pero ¿quién fue Natacha Klimova? ¿Cómo llegó una joven de la nobleza de Riazán a colaborar en el mayor atentado terrorista de la Rusia prerrevolucionaria? ¿Cómo consiguió escapar de prisión y qué fue de ella durante su vida como fugitiva? Maud Mabillard decidió seguir la pista de Klimova y reconstruir su historia a través de cartas, documentos policiales y testimonios de quienes la conocieron.</p> <p>El resultado es esta <em>Flor roja</em> que, además de llenar los vacíos biográficos de Natacha Klimova, ayuda también a componer el complejo puzle político y social de la Rusia de comienzos del siglo XX. Un texto en el que habitan ideólogos, espías, campesinos o literatos —Tolstói y Mayakovski, entre otros, transitan por estas páginas— y que, sin perder el rigor del documento histórico, adquiere por momentos la tensión de una trama policial.</p>
-
<p>Lunacharsky escribe, en 1923, semblanzas sobre sus camaradas, Lenin, Trotsky y Plejanov, entre otros. Una notoria laguna aparecía aquí ante los lectores rusos: el libro carece de toda semblanza de Stalin. De un “entendimiento” de Lunacharski con Stalin no podía ni hablarse. No había dos temperamentos que fueran o pudieran ser más incompatibles que esos dos. La inexistencia de todo vínculo político o humano entre ambos se evidencia en esta serie de semblanzas que trazó Lunacharski de los jefes bolcheviques.</p> <p>Al publicarse en 1923 y reimprimirse en 1924, la lucha por la sucesión de Lenin había llegado a su clímax y Stalin estaba ya firmemente instalado como secretario general del partido. La omisión equivalía a un delito de lesa majestad. Y así, poco después, el libro “desapareció de la circulación” y siguió prohibido durante años.</p>
-
<p>Kronstadt fue desde 1917 el baluarte de la lucha contra las vacilaciones de ministros exzaristas y el chovinismo del gobierno provisional. Los kronstadianos, los marinos de esta fortaleza en una isla que protege a Petrogrado de los buques enemigos, eran el símbolo de la revolución. Participaron en octubre de 1917 en la toma del poder por un gobierno que representara a los revolucionarios. ¿Cómo llegaron a dudar en 1921 de la dirección política de la revolución de los soviets? ¿Por qué no hubo diálogo entre los revolucionarios de Kronstadt y los leninistas?</p> <p>Los kronstadianos no eran zaristas, derechistas, ni anarquistas, ni izquierdistas, eran, como en 1917, partidarios de la revolución de los soviets libres. Celebramos el centenario de la insurrección con una evocación basada en documentos originales de leninistas y kronstadianos.</p>
-
<p>Una enorme explosión sacude la ciudad de San Petersburgo. El carruaje del zar acaba de saltar por los aires y el cuerpo del monarca se encuentra despedazado sobre la acera. Los responsables del asesinato son miembros de Narodnaya Volia, la organización secreta más temible de la historia del nihilismo ruso. Sus células, que se extienden por más de cincuenta ciudades, están formadas por agitadores, delincuentes y revolucionarios, por conspiradores que traman en las sombras la caída de la tiranía zarista. Una de las máximas responsables de la organización es Vera Figner, una joven de familia acomodada que forma parte del Comité Ejecutivo, el órgano encargado de establecer las líneas estratégicas que siguen las diferentes células. Vera la terrible, la sonámbula, la melancólica. Vera la radiante, la convulsa, la vengativa. Vera la tenebrosa, la bella, la violenta. Vera la turbulenta, la enferma, la olvidada.</p> <p>En 1927, Vera Figner publicará las memorias de sus años al frente de Narodnaya Volia. En ellas hablará de fiebres e incendios, de delirios que aceleran los relojes de la Historia y artefactos explosivos que hacen caer regímenes enteros. Pero también de la prisión y el exilio, de la represión y la muerte. Enferma y al borde de la locura, Vera pasará más de veinte años en una de las peores cárceles zaristas, condenada al más terrible de los infiernos. Pero en medio del horror, nunca olvidará que allí donde haya un tirano, habrá alguien dispuesto a combatirlo.</p>
-
<p>La Revolución rusa fue el acontecimiento más trascendental del siglo xx. El asalto al Palacio de Invierno de Petrogrado en octubre de 1917 fue vivido como la materialización inesperada de una utopía largamente perseguida: la de la ocupación del poder por parte del proletariado y la construcción de una nueva sociedad sin clases. El acontecimiento espoleó conciencias, amplió el horizonte de expectativas de las clases populares e inspiró revoluciones y regímenes políticos por todo el mundo. También desató el pánico y la reacción virulenta de sus posibles damnificados y la hostilidad de quienes, aun simpatizado con su arranque, no compartieron su devenir.<br /> <br /> A radiografiar este magno acontecimiento y sus consecuencias –políticas, sociales y culturales–, la evolución del mundo surgido de ella y el mito y la memoria de la revolución en la actualidad se consagra 1917. La Revolución rusa cien años después, una visión poliédrica, diversa y coral, de la revolución y el siglo que engendró.<br /> <br /> <br /> <br /> </p>
-
<p>Figura destacada de la Revolución Rusa en el campo anarquista, Volin dedicó los últimos años de su exilio francés a la escritura de «La revolución desconocida», un libro que sólo vería la luz tras su fallecimiento. El propio título nos aclara ya lo que es su leitmotiv y su objetivo esencial, la revelación de aspectos clave ignorados o tergiversados por la historiografía oficial y que resultan imprescindibles para enjuiciar los acontecimientos de 1917 en Rusia.<br /> <br /> Vsévolod Mijáilovich Eijenbaum, que adoptó el nombre de Volin en la lucha revolucionaria, nació en la Rusia central en 1882 y acudió a estudiar a San Petersburgo poco antes de que se desencadenaran los hechos de 1905. Protagonista de éstos, Volin se ve obligado a partir al exilio en 1907, y es en París donde cambia su militancia en el partido Socialista Revolucionario por el anarquismo que ya no abandonaría. Sus dotes de periodista, propagandista y orador fueron esenciales en la organización de este movimiento en Francia y Estados Unidos, pero en 1917 regresa a Rusia para unirse a la revolución. Participa después en el movimiento majnovista de Ucrania y conoce las cárceles de la Cheká moscovita hasta que la intervención de sindicalistas europeos asistentes a un congreso del Profintern consigue cambiar su condena por el exilio. Establecido primero en Berlín y más tarde en París, resulta de nuevo un activista fundamental del anarquismo, aunque a partir de 1926 sus posiciones se apartaron de las de sus viejos compañeros Majnó y Arshínov. Volin murió en París de tuberculosis en 1945.<br /> <br /> «La revolución desconocida» arranca con un repaso de la historia de los movimientos revolucionarios en la Rusia del XIX, desde la rebelión de los decembristas en 1825. Asistimos así a la irrupción en los años 60 de ese siglo del "nihilismo", moda filosófica de los jóvenes que defienden una huida de los valores convencionales en nombre de la libertad del individuo, y a la cristalización posterior de estas tendencias en grupos de acción política que buscan la emancipación de las masas tiranizadas y en ocasiones no dudan en acudir a la estrategia terrorista. El comienzo del siglo XX está marcado por la industrialización en algunas áreas y por una intensificación de las actividades revolucionarias contra el feroz absolutismo, aglutinadas en torno a dos tendencias principales: los socialistas democráticos, marxistas, que centran su propaganda en las masas obreras, y los socialistas revolucionarios con más influencia entre los campesinos. En esta época, la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y la de 1914-18 son detonante de sucesivos eventos revolucionarios.</p>