<p>Un a&ntilde;o despu&eacute;s de su inicio, la compresi&oacute;n y percepci&oacute;n de la guerra ha cambiado. El conflicto ofrece datos a tiempo real sobre la correlaci&oacute;n de fuerzas global. En la tragedia de Ucrania se miden las grandes potencias nucleares del mundo. Rusia se transforma. China muestra su peso. El Sur global camina hacia su recesi&oacute;n. El cierre de filas del Occidente ampliado incluye riesgos de crisis interna del hegemonismo, capaces de acelerar su declive y degenerar por ello en una guerra mayor.</p> <p>Lo que est&aacute; en juego es mucho m&aacute;s que el destino de Ucrania. La guerra es un desastre sin paliativos del Norte global en su conjunto. Una criminal p&eacute;rdida de tiempo para la humanidad en el periodo del antropoceno. Esa &ldquo;izquierda de derechas&rdquo;, partidaria de alimentarla con el env&iacute;o de armas, har&iacute;a bien en corregir el tiro e inspirarse en la c&eacute;lebre canci&oacute;n &ldquo;El desertor&rdquo; de Boris Vian: &ldquo;si hay que dar la sangre por la patria, d&eacute; usted la suya, se&ntilde;or Presidente!&rdquo;.</p>