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<p>En enero de 1907, cuando solo tenía veintiún años, Natacha Klimova fue condenada a muerte por participar, junto a otros miembros del movimiento maximalista, en un atentado contra el ministro del Interior del régimen zarista. La pena fue conmutada por cadena perpetua, pero antes, mientras esperaba la sentencia, Klimova había escrito a su familia una extensa carta que acabó publicada en la prensa y que conmovió a buena parte de la sociedad rusa.</p> <p>La historia de Natacha Klimova no había hecho más que empezar. Pero ¿quién fue Natacha Klimova? ¿Cómo llegó una joven de la nobleza de Riazán a colaborar en el mayor atentado terrorista de la Rusia prerrevolucionaria? ¿Cómo consiguió escapar de prisión y qué fue de ella durante su vida como fugitiva? Maud Mabillard decidió seguir la pista de Klimova y reconstruir su historia a través de cartas, documentos policiales y testimonios de quienes la conocieron.</p> <p>El resultado es esta <em>Flor roja</em> que, además de llenar los vacíos biográficos de Natacha Klimova, ayuda también a componer el complejo puzle político y social de la Rusia de comienzos del siglo XX. Un texto en el que habitan ideólogos, espías, campesinos o literatos —Tolstói y Mayakovski, entre otros, transitan por estas páginas— y que, sin perder el rigor del documento histórico, adquiere por momentos la tensión de una trama policial.</p>
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<p><em>Las brujas de la noche</em> es un apasionante recorrido por la historia de la Unión Soviética a través de un sorprendente regimiento de mujeres pilotos de guerra. De la mano de la vida cotidiana de las doscientas sesenta y tres mujeres del 46 Regimiento 'Taman' y de su progresiva incorporación a las más duras y arriesgadas tareas militares se recorre la desoladora invasión nazi, que penetra hasta Stalingrado, y frente a la que el Ejército Soviético ofrece una voluntad férrea de resistencia, hasta la última casa, hasta la última bala, hasta el último muerto, pero sin poder detener la ofensiva alemana. <em>Las brujas de la noche</em> tuvieron un papel de primer orden en la batalla del Cáucaso, en las liberaciones de Crimea, de la península de Taman, de Bielorrusia, de Polonia y en la batalla final de Alemania. Todas eran voluntarias y, en su práctica totalidad, comunistas. Demostraron, además, que la mujer soviética estaba en igualdad de condiciones que el hombre. En homenaje y reconocimiento expreso a su valor y heroísmo se incluyen las fotografías de muchas de ellas. Como dice el autor, «para que su rostro y su nombre no se borren en la Historia».</p>