<p>&quot;La alterglobalizaci&oacute;n fue la primera respuesta de algunos sectores perdedores ante la mundializaci&oacute;n de la econom&iacute;a: la burocracia sindical y pol&iacute;tica, los intelectuales org&aacute;nicos, los estudiantes, los funcionarios, los profesionales, los cuadros medios, los pueblerinos ilustrados de las plataformas etc., una especie de lumpenburgues&iacute;a, partidaria del retorno a las condiciones capitalistas de la postguerra mediante el refuerzo del Estado. Digo seudomovimiento porque jam&aacute;s los alterglobalizadores quisieron moverse, a no ser contra las minor&iacute;as que practicaban la violencia contra los edificios institucionales y las sedes empresariales o financieras. Como buenos ciudadanos que van a votar y respetan el statu quo solamente pretend&iacute;an dialogar para convencer a los dirigentes pol&iacute;ticos e industriales &quot;del Norte&quot; de las bondades de sus propuestas, muchas de las cuales pod&iacute;amos leer en <em>Le Monde Diplomatique</em>. En los &uacute;ltimos diez a&ntilde;os, los avances de la globalizaci&oacute;n han sido tan feroces, sus efectos sobre el territorio tan tremendos y el desclasamiento tan acentuado, que los restos de esos seudomovimientos se han visto obligados a asirse a ideolog&iacute;as m&aacute;s elaboradas como la del decrecimiento, pero las t&aacute;cticas y las intenciones son las mismas. No por casualidad <em>Le Monde Diplomatique</em> se ha pasado a esa moda&quot;</p> <p>Texto de Miquel Amor&oacute;s. Entrevista en la revista El Viejo Topo ( n.&ordm; 258, Julio-Agosto 2009)</p>