antimilitarismo

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    The long tradition of refusing to fight in unjust wars continues today within the American military. Today’s resisters speak out in this powerful book.
  • <p>En 1918, cuando casi todos los progresistas americanos apoyaban la guerra y la participaci&oacute;n en ella de su pa&iacute;s, Randolph Bourne (1886-1918) un joven intelectual escrib&iacute;a un l&uacute;cido ensayo antibelicista: seg&uacute;n &eacute;l, la guerra revelaba el verdadero rostro del Estado, que se serv&iacute;a de ella para extender su dominio en el extranjero y aplastar toda disidencia interna con leyes de excepci&oacute;n. All&iacute; figura el aforismo que le hizo c&eacute;lebre: La guerra es la salud del Estado.</p> <p>Bourne mostr&oacute; desde joven un talento precoz para la escritura, colaborando con medios progresistas como <em>The Atlantic Monthly</em> o <em>The New Republic</em>. Pero simpatizaba cada vez m&aacute;s con la causa de los trabajadores, identific&aacute;ndose con los explotados y oprimidos por experiencia directa derivada de su discapacidad f&iacute;sica (era un jorobado de 1,50 m con el rostro deforme) y su precariedad laboral. Desde 1914, su inflexible postura antibelicista lo enfrent&oacute; a casi toda la izquierda americana, que lo margin&oacute; y expuls&oacute; de sus medios.</p> <p>En los textos que presentamos aqu&iacute;, &laquo;La guerra y los intelectuales&raquo; y &laquo;El Estado&raquo;, Bourne ejecuta un an&aacute;lisis mordaz de c&oacute;mo el intelectual progresista americano, ali&aacute;ndose con las fuerzas m&aacute;s reaccionarias, abandona su pacifismo e internacionalismo por una guerra &laquo;en pos de la democracia&raquo;, y muestra al Estado en tanto que maquinaria para borrar toda disidencia e imponer un pensamiento &uacute;nico.</p>
  • Gracias al coraje de estas mujeres, muchas de sus alternativas las disfrutamos hoy día. Desde la periferia demostraron que persistiendo en las utopías, tarde o temprano, acaban por hacerse realidad.
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