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  • <p>Las grandes empresas tecnol&oacute;gicas se encuentran en una posici&oacute;n envidiable: durante casi dos d&eacute;cadas han utilizado las m&aacute;s extravagantes f&oacute;rmulas de extracci&oacute;n de datos a bajo precio, y en este momento pocas instituciones, incluidas las gubernamentales, pueden competir con ellas. Parad&oacute;jicamente, han recibido numerosas ayudas gubernamentales as&iacute; como fondos militares del Pent&aacute;gono e instituciones similares y ahora van a vender el fruto de esas ayudas a los gobiernos y a los contribuyentes a precios elevados. No parece precisamente una transici&oacute;n a alg&uacute;n modelo de poscapitalismo.<br /> <br /> La industria tecnol&oacute;gica en su conjunto est&aacute; pasando de una econom&iacute;a basada en bienes y servicios gratuitos y fuertemente subvencionados a una econom&iacute;a que cobra cada bien y servicio e incluso tender&aacute; a personalizar el precio seg&uacute;n la capacidad de pago. Es decir, una econom&iacute;a en la que nuestra infraestructura rica en sensores puede cobrarnos precios flexibles dependiendo de cu&aacute;nto hayamos utilizado un determinado recurso y, tal vez, incluso cu&aacute;nto nos haya satisfecho, supone que los consumidores actuales tienen el dinero para pagar estos bienes y servicios &ndash;y que el dinero no s&oacute;lo proviene de m&aacute;s deuda&ndash;. En otras palabras, desde la perspectiva de los inversores de riesgo de Silicon Valley, la agenda de una Renta B&aacute;sica Universal, asociada con una econom&iacute;a dominada por rentistas que controlan gran parte de la infraestructura que impulsa la vida cotidiana, es una fant&aacute;stica subvenci&oacute;n encubierta para Silicon Valley.</p>
  • <p>La redacci&oacute;n de un peri&oacute;dico es uno de los lugares id&oacute;neos para avistar el rumbo que la transformaci&oacute;n estructural del sistema viene adoptando. Y es que, una vez inmoladas sus venerables imprentas en aras de un progreso que no era tal, son ahora los propios peri&oacute;dicos los que se ven vampirizados por el &uacute;ltimo avatar del capitalismo, el digital, y su reguero de <em>bots</em>, algoritmos y precarizaci&oacute;n generalizada. Pero &iquest;qu&eacute; consecuencias tendr&aacute; todo ello en la esfera p&uacute;blica y, por ende, en el funcionamiento de las democracias? Y es m&aacute;s, &iquest;qu&eacute; mensaje encierra su corrosiva mercantilizaci&oacute;n para el resto de nosotros? &iquest;No es acaso el de un horizonte catastr&oacute;fico en que nos volvemos materia prima desechable, condenados a la intemperie laboral por el <em>big data</em>, por unos aut&oacute;matas cada vez m&aacute;s eficientes o por una inteligencia artificial cada vez m&aacute;s sofisticada en la b&uacute;squeda de rentabilidad a largo plazo?</p> <p>Desde ese &laquo;tope de un m&aacute;stil&raquo; que ya zozobra, Ekaitz Cancela escribe la cr&oacute;nica de este fin de &eacute;poca en un instante de peligro, en el que la digitalizaci&oacute;n de una econom&iacute;a financiarizada hasta la m&eacute;dula se presenta como falsa soluci&oacute;n a la crisis org&aacute;nica del sistema. Pero persiste a&uacute;n un h&aacute;lito de esperanza si conseguimos despertar del sue&ntilde;o tecnol&oacute;gico, si conseguimos reapropiarnos de los recursos econ&oacute;micos del siglo XXI, los datos, y de las infraestructuras que han creado. Porque, en la pugna por la propiedad de los medios de producci&oacute;n, nos jugamos una partida cuya envergadura abarca la historia entera.</p>
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