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<p>«Lo que ahora aparece como la debilidad principal de los textos situacionistas —sobre todo los de Vaneigem— apenas era visible hace treinta años; es más, eso era precisamente lo que en su época parecía una de sus mayores fuerzas: la capacidad (de orden exclusivamente retórico) de hacer ver casi al alcance de la mano unas metas intocables y de encandilar mediante una solución mágica de las contradicciones en una «superación» inaudita de las condiciones objetivas. [...] El carácter irrealizable —utópico en el sentido estricto del término— del programa situacionista no proviene sólo de la inclinación «idealista» de Vaneigem. También se debe, como acabamos de ver, a un progresismo que incita a querer «salvar» la sociedad industrial y abolir al mismo tiempo la civilización de la mercancía, así como a un defecto de estructura del sistema de pensamiento situacionista, que hace necesario el recurso de la metáfora alquímica de la transmutación para dar cuenta de la «inversión de perspectiva» revolucionaria.»</p>