<p>El esfuerzo por cambiar el mundo nunca es en balde. El desarrollo humano es una conquista social, no una secreci&oacute;n cut&aacute;nea generada por el aumento de la circulaci&oacute;n mercantil y la actividad del Estado a la que llamamos crecimiento econ&oacute;mico. La crisis ecol&oacute;gica impone, adem&aacute;s, un l&iacute;mite en el trasiego de recursos y residuos que la sociedad mantiene con los sistemas naturales. Una vez alcanzado ese l&iacute;mite la lucha por alcanzar nuevas cotas de desarrollo humano ecol&oacute;gicamente sostenibles debe tomar direcciones distintas. Puede resultar chocante que un libro escrito para reafirmar que vale la pena luchar por hacer posible otro mundo comience por recordar que la historia cuenta. Pero s&oacute;lo si comprendemos de qu&eacute; modo el pasado condiciona nuestro presente podremos cambiar las tendencias en curso. Eso invita a examinar a fondo la cadena de sustentaci&oacute;n que nos permite satisfacer nuestras necesidades a partir de los sistemas naturales, la familia, las redes vecinales o comunitarias, las pol&iacute;ticas p&uacute;blicas del Estado y los bienes o servicios suministrados en los mercados. &Eacute;ste es el principal punto de encuentro del argumento ecosocialista del autor con el ep&iacute;logo Verde que te quiero violeta escrito por Anna Bosch, Cristina Carrasco y Elena Grau desde el feminismo. El di&aacute;logo sobre sostenibilidades abierto entre distintas miradas, masculinas y femeninas, aspira a contagiar como m&eacute;todo al movimiento atermundista del que tambi&eacute;n este libro forma parte.</p>