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<p>Ya nada será igual. La tiranía de los mercados jamás se había manifestado con tanta crudeza como hasta ahora; nunca la política había ofrecido su pescuezo a los sacerdotes de las finanzas con tanta sumisión. La voracidad de los dioses y la ineptitud de los farsantes están a punto de consumar la liquidación del estado del bienestar. Día tras día, el número de excluidos se multiplica de manera insoportable y su herida se expande en consonancia con la profundidad de su tragedia.<br /> <br /> No es una crisis lo que ha generado la catástrofe; es una guerra, un asalto programado por los depredadores de los mercados, auspiciado por sus mercenarios en el lodazal de la política y jaleado por los voceros de la comunicación del vacío y de la bisutería. La guerra, sin embargo, aún no ha concluido. Y, lo que es más importante, todavía se puede ganar.</p>