<p>Escribir una ciudad es un desaf&iacute;o de traducci&oacute;n o, incluso, de invenci&oacute;n que Sylvia Molloy y Enrique Vila-Matas resuelven con cr&oacute;nicas autobiogr&aacute;ficas en que la memoria se vuelve un mapa de tradiciones situadas, historias antiguas y contempor&aacute;neas, imaginarios impropios.</p> <p>El &laquo;Par&iacute;s de Molloy&raquo; narra dos ciudades: la de una estudiante argentina que se traslada a estudiar a la Sorbona, y se esfuerza por ser francesa, en los tiempos de la segunda posguerra y la batalla argelina; y la ciudad al borde de la revoluci&oacute;n que visitar&aacute; una d&eacute;cada despu&eacute;s, en pleno Mayo franc&eacute;s, y revisitar&aacute; en sucesivas ocasiones con los recuerdos de Victoria Ocampo, el Parque de Bagatelle, los paseos de &laquo;juiciosa fl&acirc;nerie&raquo;.</p> <p>&laquo;Aire de Par&iacute;s&raquo; es la capital recorrida por Enrique Vila-Matas como huella de otras ocupaciones: las calles donde cohabitan el bar preferido de Sinclair Lewis, Ezra Pound, John Dos Passos, el taller fotogr&aacute;fico de Man Ray, el hotel donde Tristan Tzara pens&oacute; el Dada, y aquel en que vivi&oacute; Paul Gauguin y Andr&eacute; Breton. Pero tambi&eacute;n la plaza en la que Georges Perec cuenta &laquo;todo lo que pasaba cuando no pasaba nada&raquo;, el lugar en que Apollinaire inventa una palabra para decir &laquo;surrealismo&raquo; y donde los planos urbanos podr&iacute;an ser caligramas.</p>