ecologismo

  • <p>En 1843 H. D. Thoreau escribi&oacute; una rese&ntilde;a de <em>El Para&iacute;so al alcance de todos los Hombres, sin Trabajo, mediante la Energ&iacute;a de la Naturaleza y la M&aacute;quina</em>, de J. A. Etzler. La rese&ntilde;a criticaba las utop&iacute;as tecnol&oacute;gicas que pretenden transformar el mundo con la excusa de conseguir un para&iacute;so de abundancia y felicidad para el ser humano, mediante la aplicaci&oacute;n y el desarrollo de las t&eacute;cnicas y la maquinaria industrial.</p> <p>Las obras de Thoreau no parecen suscitar hoy la rebeld&iacute;a y la desobediencia que debiera inspirar una lectura consecuente de su obra, donde la experiencia de la naturaleza se convirti&oacute; en la defensa de una conciencia que corr&iacute;a el peligro de extraviarse con los avances de la modernizaci&oacute;n. No se trata en Thoreau, por tanto, de una defensa de la naturaleza como si de un protoecologista se tratase. M&aacute;s bien nos encontramos ante la resistencia de la conciencia individual a las transformaciones que la econom&iacute;a industrial empezaba a propiciar en el siglo XIX.</p> <p>Hoy vivimos la culminaci&oacute;n de esa &eacute;poca y sus desastrosas consecuencias. Las desaforadas utop&iacute;as tecnol&oacute;gicas ya no s&oacute;lo pretenden transformar el mundo para ofrecernos un inmenso y artificial Jard&iacute;n del Ed&eacute;n, sino que, ante la constataci&oacute;n del fracaso de sus intentos, la &uacute;nica respuesta es una nueva vuelta de tuerca en el acondicionamiento tecnol&oacute;gico, que se extiende a cada vez m&aacute;s &aacute;mbitos de la existencia. El cultivo de nuestra conciencia no s&oacute;lo ha perdido su relaci&oacute;n con la naturaleza, sino que puede llegar a ser prescindible en un mundo donde todo lo producido tendr&aacute; la marca de &laquo;inteligente&raquo; para evitarnos el trabajo de serlo nosotros.</p> <p>Quiz&aacute; sea demasiado pedir que los libros tengan hoy la capacidad de inspirar, siquiera de conmover, a quien los lee. Si con <em>El para&iacute;so &mdash;que merece ser&mdash; recobrado</em> contribuimos, al menos, a ofrecer una oportunidad para el cultivo de cierta rebeld&iacute;a contra este estado de cosas, nos daremos por satisfechos.</p>
  • Río arriba

    15,00
    <p>R&iacute;o arriba es un libro que busca las fuentes, los comienzos de una biograf&iacute;a de activismo que no se ha dejado llevar por las aguas de un crecimiento que finalmente ahoga. Es la memoria de las &uacute;ltimas cuatro d&eacute;cadas de ecologismo ?contada en primera persona, sin intermediarios? de un activista, Santiago Mart&iacute;n Barajas, que ha nadado a contracorriente de gr&uacute;as, infraestructuras y especulaci&oacute;n, de la mano de muchas otras personas que defendieron y defienden un mundo m&aacute;s digno para la naturaleza y los seres humanos. El relato de Santi nos permite acercarnos y compartir con &eacute;l estos cuarenta a&ntilde;os imprescindibles para que el movimiento ecologista en Espa&ntilde;a tenga la presencia y la solidez que hoy tiene. Una historia -a veces cercana al relato de aventuras-, contada desde la experiencia individual, pero vivida siempre de forma colectiva bajo el paraguas de organizaciones, asociaciones o plataformas (Aepden, Coda, Gedea, Comaden, Aedenat o Ecologistas en Acci&oacute;n) que el autor ha apoyado y a veces construido. Aqu&iacute; podemos entrever c&oacute;mo se fueron tendiendo puentes entre posturas m&aacute;s pol&iacute;ticas, centradas en la lucha antinuclear, y otras m&aacute;s conservacionistas, dedicadas a la defensa del medio natural y la biodiversidad, que dieron lugar a Ecologistas en Acci&oacute;n.</p> <p>Son muchos los nombres propios que aparecen y much&iacute;simos m&aacute;s los que faltan. En estas p&aacute;ginas se ponen algunas caras a logros, decepciones, denuncias y protestas. El activismo del que se habla en estas memorias est&aacute; marcado, sin duda, por la personalidad de su autor, alguien que siendo un chaval se propuso ser ecologista y lo logr&oacute;, con la tenacidad de los que piensan que el &eacute;xito est&aacute; siempre a su alcance. Esta ha sido y es su fuerza.</p> <p>Las muchas victorias que se cuentan fueron posibles gracias, entre otras cosas, a la gran capacidad estrat&eacute;gica desplegada por el autor para bandearse en luchas concretas. Esa persistencia le ha convertido en pesadilla de gestores y pol&iacute;ticos y permitido ganar batallas por desesperaci&oacute;n del contrincante.</p> <p>Pero esta biograf&iacute;a va m&aacute;s all&aacute; del ejercicio profuso de memoria. Trenzada con ella, entre informes, an&eacute;cdotas, denuncias y plataformas, se puede entrever toda una red de seres humanos organizados que se saben parte de la tierra y act&uacute;an en su defensa. Por esto Santi y los personajes que le acompa&ntilde;an en este intenso relato siguen y seguir&aacute;n nadando r&iacute;o arriba.</p>
  • <p>Treinta a&ntilde;os despu&eacute;s del cierre definitivo de todas las instalaciones mineras y del despido de sus m&aacute;s de trescientos trabajadores, Portm&aacute;n, en la costa de la Regi&oacute;n de Murcia sigue siendo un desastre medioambiental, probablemente el mayor del Mediterr&aacute;neo. Desde que en 1959 la dictadura franquista autorizase a la multinacional minera Pe&ntilde;arroya a verter directamente al mar los desechos que produc&iacute;a la extracci&oacute;n de plomo, zinc, cobre y plata de la Sierra Minera de Cartagena-La Uni&oacute;n, mezclados con reactivos qu&iacute;micos altamente contaminantes, unos 50 millonnes de toneladas fueron arrojados hasta cubrir la plataforma marina y la bah&iacute;a de este peque&ntilde;o pueblo. Mientras tanto, a escasos kil&oacute;metros, el territorio tambi&eacute;n mutaba impulsado por el desarrollo tur&iacute;stico de La Manga y el Mar Menor. Desde 1992, los proyectos de regeneraci&oacute;n para Portm&aacute;n siempre han ido unidos a un desarrollo tur&iacute;stico y urban&iacute;stico desaforado. Del mismo modo, todos han sido contestados por una poblaci&oacute;n anta&ntilde;o quiescente con los vertidos.</p> <p>Este libro analiza los procesos sociales vividos en Portm&aacute;n desde el boom minero de finales del siglo XIX hasta nuestros d&iacute;as. Las diversas formas de control social, las particularidades del entorno comunicativo local y el papel de le participaci&oacute;n vecinal en la conformaci&oacute;n de un discurso propio sobre el desarrollo tur&iacute;stico y la regeneraci&oacute;n ambiental del entorno. Un recorrido antropol&oacute;gico que muestra c&oacute;mo una comunidad puede cambiar sus formas de entender el territorio y de entenderse a s&iacute; misma y, especialmente, c&oacute;mo se pueden reconfigurar los discursos y construir hegemon&iacute;a cultural desde la subalternidad.</p>
  • <p>Desde muy joven, Geoffroy Delorme tuvo dificultades para relacionarse con sus semejantes. Sus padres decidieron sacarlo de la escuela, as&iacute; que el peque&ntilde;o continu&oacute; sus estudios en casa. Pero no muy lejos de su hogar hab&iacute;a un bosque que no dejaba de llamarle. A los diecinueve a&ntilde;os, no pudo resistir m&aacute;s la llamada y se lanz&oacute; a vivir con lo m&iacute;nimo en las profundidades del bosque de Louviers, en Normand&iacute;a. Comenzaba para &eacute;l un largo y arduo aprendizaje. Un d&iacute;a, descubri&oacute; un corzo curioso y juguet&oacute;n. El joven y el animal aprendieron a conocerse. Delorme le puso un nombre, Daguet, y el corzo le abri&oacute; las puertas del bosque y su fascinante mundo, junto a sus compa&ntilde;eros animales. Delorme se instal&oacute; entre los c&eacute;rvidos en una experiencia inmersiva que durar&iacute;a siete a&ntilde;os. Vivir solo en el bosque sin una tienda de campa&ntilde;a, refugio o ni siquiera un saco de dormir o una manta significaba para &eacute;l aprender a sobrevivir. Siguiendo el ejemplo del corzo, Delorme adopt&oacute; su comportamiento, aprendi&oacute; a comer, dormir y protegerse como ellos, aprovechando lo que el humus, las hojas, las zarzas y los &aacute;rboles le proporcionaban. Y as&iacute;, fue adquiriendo un conocimiento &uacute;nico de estos animales y su forma de vida, observ&aacute;ndolos, fotografi&aacute;ndolos y comunic&aacute;ndose con ellos. Aprendi&oacute; a compartir sus alegr&iacute;as, sus penas y sus miedos. En <em>El hombre corzo</em>, nos lo cuenta con todo lujo de detalles.</p>
  • <p>Asistimos a un incremento de megaproyectos e&oacute;licos y fotovoltaicos, cuyo vertiginoso despliegue sobre grandes extensiones de territorios ha despertado movilizaciones y resistencias de zonas rurales y grupos ecologistas en Espa&ntilde;a, y de pueblos ind&iacute;genas en M&eacute;xico, en el S&aacute;hara Occidental y en Noruega. </p> <p>Estos casos muestran que el colonialismo energ&eacute;tico se agudiza y se expande incluso a los territorios de las antiguas metr&oacute;polis. Es decir, los procesos de despojo que se han desarrollado en el Sur Global est&aacute;n alcanzando las periferias del Norte Global con las mismas din&aacute;micas de dominaci&oacute;n, pero con diferentes grados de violencia. Adem&aacute;s, se advierte que bajo esta l&oacute;gica ning&uacute;n territorio sobre la Tierra queda a salvo de ser devastado y, sin embargo, a&uacute;n colonizando todo el planeta, no se podr&aacute; mantener la demanda energ&eacute;tica actual de la econom&iacute;a capitalista.</p> <p>En este contexto, el libro que tiene en sus manos documenta que las defensas territoriales no se oponen a la transici&oacute;n energ&eacute;tica, por el contrario, su cr&iacute;tica pone al descubierto los l&iacute;mites de los megaproyectos renovables al tiempo que la poblaci&oacute;n exige transiciones decoloniales que respondan a las necesidades de las personas y no a los intereses corporativos, tal como se ha puesto de manifiesto en la consigna &iexcl;Renovables S&iacute;, pero no as&iacute;!</p>
  • <p>El objeto de este libro es claro: la sociedad capitalista. Se trata de comprender qu&eacute; es y c&oacute;mo funciona; sus irracionalidades, coerciones e injusticias end&oacute;genas; sus tendencias inherentes a la crisis y sus l&iacute;neas de conflicto; sus potenciales inmanentes para la transformaci&oacute;n. Partiendo libre y ecl&eacute;cticamente de &laquo;los dos Karls&raquo; (Marx y Polanyi), as&iacute; como de las teor&iacute;as feministas y ecologistas y de las teor&iacute;as cr&iacute;ticas de la raza, este libro propone una visi&oacute;n ampliada de la sociedad capitalista. Esta visi&oacute;n abarca no solo la econom&iacute;a visible, &laquo;productiva&raquo;, sino tambi&eacute;n los &laquo;talleres ocultos&raquo;, las condiciones de posibilidad subyacentes de esta &uacute;ltima, en concreto: los procesos de reproducci&oacute;n social asim&eacute;tricos en cuanto al g&eacute;nero, la din&aacute;mica racializada de la expropiaci&oacute;n, las formas de dominio pol&iacute;tico estructuradas por las diferencias de clase, as&iacute; como la depredaci&oacute;n sistem&aacute;tica de los ecosistemas. Todo ello es parte integrante esencial de lo que es, en realidad, una sociedad capitalista.</p> <p>Una visi&oacute;n ampliada del capitalismo implica tambi&eacute;n una visi&oacute;n ampliada del socialismo. Desde esta perspectiva, el socialismo debe superar no solo la explotaci&oacute;n del trabajo asalariado por parte del capital, sino tambi&eacute;n sus m&uacute;ltiples formas alternativas de explotaci&oacute;n parasitaria: el trabajo de cuidados no remunerado, los bienes p&uacute;blicos y la riqueza expropiada a los sujetos racializados y a la naturaleza no humana. El socialismo debe ser, pues, feminista, antirracista y antiimperialista, ecosostenible y democr&aacute;tico.</p>
  • <p>Este libro trata de desentra&ntilde;ar el proceso por el cual nuestras sociedades han dado la espalda a la tierra y, crey&eacute;ndose capaces de vivir al margen de ella, han confundido el desarraigo con la emancipaci&oacute;n. De ese modo, hemos constituido una geograf&iacute;a ingr&aacute;vida que, en dos generaciones, ha hecho olvidar el papel esencial jugado por los pueblos campesinos para conformar nuestro mundo.</p> <p>Marc Badal nos recuerda que &laquo;el precio a pagar por el privilegio de habernos liberado de una vida apegada a la tierra no es otro que el de estar permanentemente desubicados. Ya no sentimos ning&uacute;n sitio como propio: estamos siempre fuera de lugar&raquo;.</p> <p class="Indent1">[...] Hemos olvidado que somos los descendientes directos de los &uacute;ltimos campesinos y que nuestra existencia est&aacute; completamente determinada por la renuncia a un legado cultural que, en vano, intentaron transmitirnos. Es decir, no somos solamente los hu&eacute;rfanos del campesinado. Somos aquellos que optaron por convertirse en sus desheredados. [...]</p> <p class="Indent1">[...] Es cierto que en los m&aacute;s variados contextos hist&oacute;ricos las &eacute;lites dominantes siempre han conseguido evitar los rigores de la terrestridad, pero se trataba de un reducido n&uacute;mero de personas que viv&iacute;an al margen de la tierra solamente gracias al expolio de una gran mayor&iacute;a que no pod&iacute;a hacer otra cosa que arrastrarse sobre ella. Sin embargo, en las actuales sociedades sobredesarrolladas la ingravidez se ha democratizado. Ya no supone una marca distintiva de privilegio sino que constituye un rasgo inherente a nuestra relaci&oacute;n con el mundo y, aunque todo cuanto nos ocurre depende de los procesos ecol&oacute;gicos que sostienen el metabolismo social, lo realmente significativo es que actuamos y pensamos como si tales v&iacute;nculos no existieran. [...]</p>
  • <p>Las m&uacute;ltiples crisis sociales que convergen con el desbordamiento de los l&iacute;mites biof&iacute;sicos del planeta nos garantizan que se van a producir cambios profundos en las formas en que se organiza la vida en com&uacute;n, afectando potencialmente al conjunto de instituciones sociales, pol&iacute;ticas, econ&oacute;micas y culturales. La biorregi&oacute;n emerge como la unidad de complejidad m&iacute;nima necesaria para planificar las transiciones ecosociales.</p> <p>Estos territorios est&aacute;n definidos por caracter&iacute;sticas geogr&aacute;ficas y l&iacute;mites naturales humanamente reconocibles, integrados en redes cooperativas que persiguen una autosuficiencia conectada. Son, entonces, el soporte territorial b&aacute;sico desde el que dise&ntilde;ar estrategias orientadas a la autonom&iacute;a energ&eacute;tica, alimentaria y econ&oacute;mica, preservando la integridad de los ecosistemas e incorporando atributos democr&aacute;ticos, participativos y de justicia social. Una noci&oacute;n que apela a la reorganizaci&oacute;n radical de las relaciones sociedad-territorionaturaleza, y que nos invita a imaginar, dise&ntilde;ar y materializar nuevas formas de organizar las econom&iacute;as y de habitar los territorios, conforme a normas, t&eacute;cnicas, pr&aacute;cticas y econom&iacute;as para la vida.</p> <p>Este libro tiene como finalidad profundizar en el pensamiento biorregional, as&iacute; como tender un puente y establecer complicidades con otras agendas como el municipalismo y la agroecolog&iacute;a, el ecourbanismo y el urbanismo feminista, las econom&iacute;as transformadoras o el ecofeminismo.</p>
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