<p>El Plan Bolonia ha avanzado firme y seguro como una apisonadora, con total independencia de lo que opinara el mundo acad&eacute;mico. La clave ha estado en una ins&oacute;lita acumulaci&oacute;n de mentiras y de propaganda. Tambi&eacute;n en un chantaje institucional. Bolonia han sido lentejas, que o las tomas o las dejas. Las instituciones universitarias se han visto obligadas a aceptar lo inaceptable porque no ten&iacute;an otra opci&oacute;n que tragar con la reforma o resignarse a desaparecer. <br /> Pero mentiras, propaganda y chantaje no han sido suficientes: tambi&eacute;n se ha recurrido a la calumnia. <br /> La calumnia ha sido un ingrediente muy importante en esta revoluci&oacute;n educativa que los ricos de la Uni&oacute;n Europea decretaron contra los pobres. Una vez que se decidi&oacute; sacrificar la Universidad p&uacute;blica hasta volverla rentable, era vital desprestigiarla. Para ello, comenz&oacute; a repetirse una y mil veces que en la Universidad todo era corrupci&oacute;n y nepotismo, endogamia e incesto, absentismo y pereza. Se dio por cosa sabida e incuestionable que los profesores no hac&iacute;an otra cosa que leer apuntes amarillos heredados del franquismo, que los alumnos no estudiaban m&aacute;s que el d&iacute;a anterior a los ex&aacute;menes, aprendiendo de memoria rollos que no comprend&iacute;an y que olvidaban inmediatamente despu&eacute;s. Se llam&oacute; viejos y viejas a los profesores y profesoras, recomendando su jubilaci&oacute;n anticipada, para que dejaran de hacer da&ntilde;o a los alumnos con la transmisi&oacute;n de sus obsoletos conocimientos. El retrato de los estudiantes no era menos ofensivo: campeones de ignorancia, que no s&oacute;lo no sab&iacute;an, sino que no sab&iacute;an aprender y no sab&iacute;an tampoco aprender a aprender. Se compar&oacute; a los Departamentos y C&aacute;tedras universitarias, literalmente, con pozos negros, y se proclam&oacute; que, por el contrario, la ciencia florec&iacute;a en los espacios abiertos y floreados de las revistas cient&iacute;ficas avaladas por rankings elaborados por empresas privadas estadounidenses. Se ofreci&oacute; como prueba de la caducidad casposa de la universidad espa&ntilde;ola el hecho de que sus investigadores siguieran publicando en castellano, en lugar de en ingl&eacute;s. Se acus&oacute; a los profesores de no saber ense&ntilde;ar por impartir lecciones magistrales sin utilizar el power point o consumir nuevas tecnolog&iacute;as. Se consider&oacute; prueba irrefutable de lo mal que estaba la Universidad el hecho de que hubiera cambiado muy poco desde los tiempos de Newton (cosa que adem&aacute;s es falsa), como si todo lo que no cambiara al ritmo insensato del mercado debiera considerarse caducado. Sin respetar el principio de no contradicci&oacute;n, se acus&oacute; a los estudiantes de saber demasiado, es decir, de perder el tiempo en una sobrecualificaci&oacute;n in&uacute;til que nadie demandaba, y tambi&eacute;n, de dilapidar el tiempo y el dinero fracasando a&ntilde;o tras a&ntilde;o en terminar la carrera. En suma, se lanz&oacute; sobre la Universidad la acusaci&oacute;n m&aacute;s grave que se puede lanzar sobre una instituci&oacute;n docente: ah&iacute; ni se sabe ense&ntilde;ar, ni se sabe aprender. Hab&iacute;a que ense&ntilde;ar a ense&ntilde;ar a los profesores. Los alumnos deb&iacute;an aprender a aprender. Todo ello como si hasta ahora hubieran estado todos cazando moscas, a la espera de la revoluci&oacute;n educativa de Bolonia, en la que, por fin, una legi&oacute;n de psicopedagogos desembarcar&iacute;a en la Universidad para enderezar las cosas al gusto, por supuesto, de las demandas empresariales.<br /> De entre todas las calumnias, la m&aacute;s insensata ha sido la que ha acusado al movimiento estudiantil de estar manejado por algunos profesores. Se ha pretendido que los y las estudiantes antibolonia se opon&iacute;an al proceso por falta de informaci&oacute;n, manejados en la sombra por ide&oacute;logos antisistema. Un disparate sin igual y a todas las bandas. Los profesores m&aacute;s activamente antibolonia no han sido, en general, nada antisistema. Podr&iacute;a poner ahora mismo cinco ejemplos de profesores de cada tendencia pol&iacute;tica (desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el PSOE, el PP, UPyD o IU) que se han opuesto a Bolonia con el &uacute;nico denominador com&uacute;n de ser, probablemente, unos buenos profesores que aman su profesi&oacute;n y que, sencillamente, no soportan ver c&oacute;mo se desmonta pieza a pieza su Universidad. Un disparate tambi&eacute;n por lo que toca a los estudiantes, porque, sin lugar a dudas, no ha existido jam&aacute;s un movimiento estudiantil m&aacute;s responsable, riguroso, informado y respetuoso de las instituciones como ha sido el movimiento antibolonia. Y no porque no sean &ndash;o no seamos algunos&ndash; &ldquo;antisistema&rdquo;. Sino porque en esta ocasi&oacute;n se est&aacute; luchando para impedir que &ldquo;el sistema&rdquo; destruya lo que es, precisamente, una instituci&oacute;n, la instituci&oacute;n universitaria.</p>