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<p>La enésima revolución educativa tiene como fin la producción del ciudadano emprendedor que, voluntariamente, se someta a las exigencias del mercado neoliberal; ese hombre del siglo XXI que entiende su vida como un proyecto de inversión que reformula y precariza a demanda de la economía. Aniquilada la ciudadanía en favor del emprendimiento, la escuela ha de ser reconvertida en un mero mecanismo de inserción laboral donde el «saber» como fin en sí mismo carece de sentido. Pero la reconversión de la institución escolar en una fábrica de formación basura no puede realizarse a la luz del día. Semejante destrucción cultural requiere la introducción de discursos y metodologías que, con un lenguaje biensonante, se presentan como necesarios y urgentes.</p> <p>Este es el motivo de la implantación masiva del Aprendizaje Basado en Proyectos y su promoción como la panacea definitiva para los males ancestrales de la escuela. Es el caballo de Troya que posibilita la rendición definitiva de la escuela al capital bajo el camuflaje de una práctica democrática y modernizadora. Es la gran mentira de nuestra realidad educativa.</p>
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<p>El cerebro humano es una máquina extraordinaria, capaz de transformarse a sí misma a partir de la experiencia y de albergar talentos que nos vuelven únicos como especie: lenguaje, lectura, matemáticas, creación artística. La más asombrosa de sus facultades es sin dudas la del aprendizaje, aquella que nos permite no solo adaptarnos a las circunstancias, sino también lanzarnos con entusiasmo en busca de lo desconocido. Un bebé aprende más rápido y más profundo que cualquier dispositivo de inteligencia artificial. Y por si esto fuera poco, los seres humanos han inventado un medio de inconmensurable eficacia para expandir su fabulosa capacidad. ¿Robots inteligentes? ¿Supercomputadoras? No: la escuela, esa poderosa institución de alcance masivo que acelera el desarrollo de nuestras habilidades y la transmisión del conocimiento acumulado por generaciones.</p> <p>Reuniendo aportes de las neurociencias, la psicología cognitiva, la informática y la pedagogía, ¿Cómo aprendemos? explora en detalle las investigaciones acerca del aprendizaje y sus fundamentos biológicos: ¿cuáles son los procesos neuronales implicados?, ¿por qué la infancia y la juventud son tan sensibles?, ¿podemos seguir aprendiendo toda la vida?, ¿cuánto hay de innato y cuánto de adquirido en los dominios más relevantes de nuestro conocimiento? ¿Todos somos iguales a la hora de aprender? ¿Cuál es el rol de la memoria, de la atención? ¿Qué papel cumplen la nutrición, el sueño o la actividad física en el desarrollo? ¿Qué función tiene el error?</p> <p>Pero Stanislas Dehaene, célebre neurocientífico y presidente del Consejo Científico de Educación Nacional de Francia, no se queda en el laboratorio: para que todos podamos aprender a aprender, plantea con claridad las consecuencias prácticas de estos descubrimientos. Entre ellas, destaca el valor intrínseco del juego, el placer y la socialización, pero también de la concentración, la práctica continuada y la evaluación. De la mano de los cuatro pilares del aprendizaje –la atención, el compromiso activo, el buen <em>feedback </em>y la consolidación–, lleva recomendaciones precisas para implementar en la familia y en la escuela de manera cotidiana</p>
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<p>Quien sepa más dominará naturalmente a quien menos sabe, y no existiendo en principio entre dos clases sociales más que esta sola diferencia de instrucción y de educación, esa diferencia producirá en poco tiempo todas las demás y el mundo volverá a encontrarse en su situación actual, es decir, dividido en una masa de esclavos y un pequeño número de dominadores, los primeros trabajando, como hoy en día, para los segundos.</p>
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<p>¿Recuerdas cómo se hacía una división? Tal vez, aunque puede que haga mucho tiempo que no la hagas a mano. ¿Y una raíz cuadrada? Este libro no va de cómo se hacen, sino de para qué sirven y por qué funcionan, ya que nos acostumbraron a memorizar procedimientos y no a hacernos preguntas. Mecanizar operaciones es importantísimo para poder centrarnos en las ideas fundamentales que suelen ir mucho más allá, tanto a la hora de aprender a multiplicar como a la de resolver problemas; no obstante, no puede ser nunca el objetivo final de la enseñanza de las matemáticas. En los tiempos que corren es mucho más importante razonar que aplicar procedimientos; los móviles y sus apps nos han ganado esa batalla, afortunadamente. La humanidad lleva miles de años utilizando y perfeccionando herramientas para hacer la parte más pesada de las matemáticas. ¿Quién podría querer recordar las matemáticas que ya dejó atrás, en la escuela? Además, mezcla la reflexión sobre la historia y la tradición matemática con la divulgación de las ideas más actuales sobre su enseñanza, sin salirse —demasiado— del currículo escolar.</p>