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<p>Si este libro lleva el título de <em>Historia queer del flamenco</em> es, al menos, por dos razones. En primer lugar, porque una de mis motivaciones fundamentales como investigador y artista ha sido buscar, analizar y reivindicar figuras y espacios «marginales» del flamenco que no aparecían en los manuales habituales sobre este arte y cuya ausencia daba, a mi entender, una imagen distorsionada sobre quiénes, dónde y cómo han hecho «flamenco» —y por qué— a lo largo de su reciente historia. Este grupo de gente «rara» incluye a feministas, travestis, machorras y afeminados, pero también a gitanos, personas con diversidad funcional e intelectual, guiris y artistas «incomprensibles» empeñados en hacer las cosas «de otra manera» sin renunciar por ello a la categoría de flamenco. </p> <p>En segundo lugar, lo queer de esta Historia es mi mirada, que intento desviar para hablar del cuerpo y desde el cuerpo, abandonando debates bizantinos sobre purezas e impurezas, anécdotas sobre la vida de los artistas que se hallan completamente desligadas de los procesos de creación; mitologías sobre «genios» que parecen más profetas que artistas y que parecen hacer arte en solitario y completamente desligados de sus colaboradores y del momento histórico, social, económico y artístico en el que vivieron.</p>
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<p>Este libro que tienes en las manos es una compilación de voces de madres, trans* y cis, no heterosexuales y/o no heteronormativas —esto último, como ha podido o le ha parecido a cada una—. Desde el principio pensamos que el término que más se acerca al conjunto amplio de las maternidades que recorren estas páginas es ese, queer/cuir/kuir. Lo hemos titulado Maternidades cuir, pero también podría haber sido Queerizando la maternidad: estas páginas hablan de queerizar, de torcer, de tortillear, de atravesar, redefinir, cuestionar —y un largo etcétera— ese ideal de «maternidad» que nos encorseta y agobia. Más que una grande y libre, aquí hay relatos de maternidades en plural, con nuestros cuerpos y vidas en el centro, desobedientes e incómodos con y para las normas sexogenéricas. Estas páginas están atravesadas por el deseo, el amor, y también el dolor. Esta es una pequeña muestra, a modo de fotografía (no fija) de nuestras maternidades, afectos y familias cuir, que plantean una serie de retos y aportan, pensamos, muchas ideas relevantes para los feminismos y su análisis sobre las maternidades —que sigue muy heterocentrado—; para la lucha lgtbi, que necesita seguir recargando las pilas feministas, y para el cambio social en general.</p>
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<p>El movimiento LGTB se enfrenta a su mayor reto en las últimas décadas: su propia supervivencia. Una de las reivindicaciones más antiguas de nuestra civilización atraviesa un momento deci­sivo.</p> <p>Después de los éxitos logrados en los últimos años, tras el Matrimonio Igualitario y la aprobación de leyes LGTB y Trans en algunas comunidades autónomas, la llegada de la extrema derecha a las instituciones ha cambiado radicalmente el panorama en el que desarrollamos nuestro activismo.</p> <p>La sensación de victoria era solo un espejismo: la homofobia, la transfobia y la bifobia siguen muy presentes a nuestro alrededor. Solo esperaban el momento perfecto para volver a salir a la luz. Y esta vez vienen con la lección aprendida.</p> <p>Pensábamos que era imposible volver atrás, que nuestro progreso estaba garantizado, y nos encontramos ahora cara a cara con un discurso peligroso que va calando como lluvia fina en nuestra sociedad. Por eso es necesario reactivar nuestra reivindicación. Hace falta volver a salir masivamente a las calles a defender una a una las libertades conquistadas y seguir reclamando todas las que nos faltan. Pero también debemos ponernos al día, pararnos a pensar detenidamente en cómo vamos a conseguir los cambios que aún necesitamos.</p> <p>Este libro ofrece una reflexión sobre nuestra situación actual y quiere servir como guía de debate para volver a movilizar nuestras fuerzas con nuevas ideas que nos hagan llegar mucho más lejos. Necesitamos un movimiento LGTB más fuerte que nunca porque, como en el soneto de Federico García Lorca, «nos acechan todavía».</p>